La decadencia de la caza de ballenas en Islandia
Texto: Mónica Alonso Ruiz
Arpón utilizado para la caza de ballenas en un barco islandés. Foto: Arne Feuerhahn. Fuente: Mongabay
La caza industrial de ballenas es
una práctica deplorable y cruel que ha llevado a muchas especies al borde de la
extinción. Durante siglos ha causado un daño irreparable a las poblaciones de
estos magníficos animales. Las capturas son extremadamente crueles, ya que los
métodos utilizados para matarlas suelen producirles un sufrimiento prolongado y
terrible.
Afortunadamente, en los años 80 la Comisión Ballenera Internacional (CBI) estableció una moratoria sobre la caza comercial de ballenas. Gracias a ella, la masacre ha disminuido significativamente en todo el mundo, y muchas especies están viendo una mejora en sus poblaciones.
Sin embargo, es triste y preocupante que en algunos lugares del planeta esta práctica aún se lleve a cabo. A pesar de los avances en la conservación y la creciente conciencia sobre la importancia de proteger a las ballenas, algunos países continúan cazándolas, poniendo en riesgo los esfuerzos de recuperación y la supervivencia de estas especies.
Y, sin embargo, hay esperanza,
pues la mayoría de la población mundial desaprueba el consumo de carne de
ballena. Y sin demanda, la justificación para seguir adelante con estas actividades
ya no existe.
Un operario de la empresa ballenera
islandesa Hvalur comienza a trocear un rorcual. Fuente: RUV. Autor: Stefan Jon
Ingvarsson
Segundo año consecutivo sin
captura de ballenas para exportación en Islandia
La empresa Hvalur, la única que
aún caza ballenas en Islandia, ha decidido no hacerlo este verano por segundo
año consecutivo por causa de la crisis arancelaria y comercial mundial, según informaron
medios locales. La compañía ha comunicado a sus empleados que no habrá
temporada de caza este año. Esta decisión se revisará el próximo año.
Islandia, junto con Noruega y Japón, es uno de los tres últimos países donde la caza comercial de ballenas está permitida, aunque esta actividad ha disminuido debido a la menor demanda de Japón, el principal consumidor de carne de ballena.
Dos rorcuales comunes son arrastrados
por un ballenero islandés. En 2022 Islandia capturó 148 rorcuales. Foto: Arne
Feuerhahn. Fuente: Mongabay
La relación de Islandia con las
ballenas es compleja. Por un lado, las actividades de avistamiento generan
importantes ingresos para el país. Por otro lado, se sigue autorizando la caza
de estos animales, justificada por el consumo de su carne. Esta práctica se
remonta a 1889, cuando pueblos noruegos introdujeron la captura y la caza
industrial de ballenas en la región, si bien las capturas tradicionales se
remontan a siglos atrás.
La temporada de caza de ballenas
en Islandia comienza a mediados de junio y finaliza en septiembre. Sin embargo,
en los últimos años, los cazadores no han completado las cuotas asignadas. La
segunda empresa islandesa dedicada a esta actividad abandonó su actividad en
2020, por considerarla económicamente inviable.
El ballenero Hvalur 8 llega a la base
de la empresa en el fiordo de Hvalfjörður. Dos rorcuales comunes están
amarrados al barco. Foto: Arne Feuerhahn. Fuente: Mongabay
Actualmente solo la empresa
Hvalur tiene licencia (renovable anualmente) para cazar más de 100 ejemplares
de rorcuales comunes (Balaenoptera physalus). La empresa había anunciado
que la temporada 2023 sería la última debido a la disminución de la demanda de
sus productos. Sin embargo, en diciembre de 2024, Bjarni Benediktsson, entonces
Ministro de Alimentación, emitió un permiso de caza de ballenas por cinco años,
con la condición de que la captura se realizara bajo estrictas condiciones para
asegurar que "el animal no sufriera".
El
rorcual común (Balaenoptera physalus) es la segunda ballena más grande,
puediendo alcanzar los 20 metros de longitud. Fuente: Wikipedia. Autor: Lycaon.cl
- Trabajo propio, CC BY-SA 3.0
Islandia sigue perteneciendo a la
Comisión Ballenera Internacional (Noruega y Japón ya no pertenecen), y, sin
embargo, desafía la prohibición temporal (moratoria) de la caza comercial de
ballenas impuesta por este organismo, formado por 88 países.
Entre 2018 y 2020, Islandia
exportó más de un millón de kilos de carne de ballena a Japón cada año. En
1960, Japón consumía 200,000 toneladas de carne de ballena, pero en 2018 solo
consumió 4,000 toneladas. Esto significa que la demanda ha bajado mucho y
actualmente se captura e importa más carne de ballena de la que se consume. Por
ello, al parecer, el excedente se usa para comida de mascotas.
El 51% de la población islandesa está
en contra de la caza de ballenas, y este porcentaje aumenta cada año. Solo el
2% de los islandeses come carne de ballena regularmente, mientras que el 84%
nunca la ha probado.
A pesar de que las actividades
turísticas de avistamiento de ballenas han aumentado la preocupación del pueblo
islandés por la conservación de estos animales, no solo se capturan rorcuales
comunes para la exportación. Existen pequeñas empresas que capturan ballenas
minke (Balaenoptera acutorostrata), un rorcual más pequeño con aletas
pectorales blancas, aunque la exportación de su carne está prohibida. Resulta
llamativo que la carne de esta ballena no la consuma la población local, sino
que se promociona para los turistas.
Los primeros balleneros en Islandia
La caza de ballenas en Islandia
comenzó con los balleneros vascos, quienes fueron probablemente los primeros
europeos en dedicarse a esta actividad de manera organizada. Desde el siglo
XII, cazaban ballenas en el Golfo de Vizcaya y, tras la disminución de la
especie en aguas españolas, expandieron la caza hacia el Atlántico Norte,
incluyendo Terranova, Labrador e Islandia en el siglo XVII. La caza se
realizaba con arpones manuales desde pequeñas embarcaciones de madera, y los
balleneros se enfocaban en las ballenas francas, ya que eran fáciles de atrapar
y permanecían flotando después de morir.
Durante los siglos XVII y XVIII,
los vascos realizaron una caza intensiva, aunque rudimentaria, en aguas
islandesas, e incluso algunos lugares en los Fiordos Occidentales aún conservan
nombres dados por ellos. Excavaciones recientes sugieren que se establecieron
allí y operaron desde estaciones balleneras en tierra firme.
Balleneros vascos: La Leyenda de los mejores arponeros
del mundo. Fuente: El Correo XLSemanal. Origen: National Geographic
En 1615, una tormenta destruyó
los barcos de 80 balleneros vascos, dejándolos atrapados en Islandia en pleno
invierno. A pesar de que las relaciones entre los marineros y los islandeses
habían sido tradicionalmente pacíficas, la presencia prolongada de los
náufragos generó tensiones con la población local. Los marineros intentaron
sobrevivir en distintas aldeas, pero pequeños conflictos, como el uso de
provisiones locales y disputas menores, sirvieron como excusa para desatar una
violenta persecución.
Lo curioso es que los balleneros
vascos e islandeses habían desarrollado un idioma “pidgin”, el vasco-islandés,
una lengua improvisada que incluía palabras vascas, islandesas, inglesas y
francesas, que les permitía comunicarse. Se conservan documentos del siglo XVII
con 745 términos, lo que demuestra que las relaciones comerciales y culturales
entre ambas comunidades fueron frecuentes antes del conflicto.
Sin embargo, la crisis económica
y el temor a la escasez de recursos llevaron al sheriff Ari Magnússon a
declarar proscritos a los vascos, basándose en una ley del rey danés Cristián
IV que permitía el ataque a extranjeros. En una serie de ataques, 32 marineros
fueron asesinados, muchos de ellos mutilados y arrojados al mar, mientras 51
marineros lograron huir en barcos robados, convirtiéndose en la mayor masacre
en la historia de Islandia.
Cartel de la película Baskavígin,
documental histórico que describe la matanza de los vascos en Islandia
Aunque la ley dejó de aplicarse
con el tiempo, no fue formalmente anulada hasta 2015, cuando una ceremonia en
Hólmavik marcó la reconciliación entre Islandia y el País Vasco, con discursos,
música y la derogación oficial de la antigua norma.
La caza industrial de ballenas
en Islandia
Con el desarrollo de barcos de
vapor en el siglo XIX, la caza evolucionó para capturar especies más rápidas,
como el rorcual norteño (Balaenoptera borealis) y el cachalote (Physeter
macrocephalus). Posteriormente, la invención de arpones explosivos y
técnicas para mantener las ballenas a flote revolucionó la actividad. Fue
entonces cuando comenzó la caza industrial propiamente dicha, y en 1883,
Noruega recibió permiso para establecer estaciones balleneras en Islandia,
procesando más de 1300 ejemplares hasta principios del siglo XX. Sin embargo,
la contaminación generada por los restos de ballenas causó protestas entre los
habitantes locales.
Para 1915, la caza industrial
e intensiva había eliminado alrededor de 17.000 ballenas en aguas
islandesas, lo que llevó a la aprobación de una ley de protección, considerada
la primera prohibición de la caza de ballenas en la historia. Aunque se revocó
en 1928, Islandia volvió a regular la actividad en 1935, estableciendo que solo
los islandeses podían cazar en su territorio y que debían aprovechar
completamente los cuerpos de las ballenas. La estación ballenera de Hvalfjörður
(el “fiordo de las ballenas”), desde donde opera la empresa Hvalur, inaugurada
en 1948, procesó 300-400 ballenas por año durante las siguientes cuatro
décadas, sumando 15.000 ballenas cazadas.
Entre 1950 y 1985, la caza se
limitó a rorcuales comunes, norteños y ballenas minke, mientras que comenzó una
protección para especies como la ballena azul, el cachalote y la jorobada tras
evidenciarse su drástica disminución, especialmente tras conocerse que los
balleneros habían contribuido a la desaparición de la ballena gris del
Atlántico en el siglo XVII.
En 1983, la Comisión Ballenera
Internacional (IWC) prohibió la caza comercial a partir de 1986, aunque
Islandia continuó con una caza "científica", generando críticas. Tras
retirarse de la IWC en 1991, Islandia regresó en 2002, pero con una reserva
sobre la prohibición. Esto generó objeciones de varias naciones, aunque
Islandia prometió no reanudar la caza comercial hasta 2006.
En 2006, el gobierno, tras 14
años sin permitir la caza comercial, reanudó las licencias y los permisos, pero
estableció restricciones, mediante limitaciones y cuotas. Se obliga a llevar
inspectores del gobierno para supervisar las cacerías y a los balleneros a
filmarlas en video, con el fin de comprobar que la especie capturada es la
correcta y determinar si se cumplen las leyes de bienestar animal. Para evitar
la agonía de las ballenas, la normativa exige que mueran rápidamente tras su
captura. Por ello se deben utilizar arpones con punta explosiva dirigido a
partes vitales del animal.
Sin embargo, estas normas de
“humanidad” o de “muerte menos cruel” son difíciles de cumplir. Matar a un
animal de casi 40 toneladas en movimiento en un mar agitado mediante un solo
golpe de arpón requiere una precisión casi imposible. A veces, el arpón no
alcanza los órganos vitales o la punta explosiva no detona, lo que provoca una
muerte terrible para el animal.
En 2024, tras una investigación
en la que se concluyó que las capturas no respetaban esas normas, se suspendió
la autorización para la caza durante dos meses. A pesar de estas suspensiones
ocasionales, los sucesivos gobiernos islandeses no han sido muy claros en su
política sobre las ballenas, ya que sistemáticamente acaban aprobando su caza.
Las amenazas a las que se
enfrentan las ballenas más allá de la caza
A medida que disminuye la caza de
ballenas en algunos países, como Islandia, otros riesgos amenazan la
supervivencia de estos cetáceos. El tráfico marítimo ha aumentado, lo
que provoca frecuentes colisiones con embarcaciones, causando heridas graves o
la muerte de muchas ballenas. Además, el ruido submarino generado por
barcos y sonares interfiere con su capacidad de comunicación y orientación,
afectando su supervivencia.
Para protegerlas, se han
implementado medidas como zonas de navegación restringida y límites de
velocidad, pero aún queda mucho por hacer.
Mientras el interés por el
consumo de ballenas disminuye, otros cetáceos como los delfines y calderones
siguen sufriendo por prácticas crueles en lugares como Japón y las Islas Feroe.
Es esencial continuar promoviendo
la conservación y el respeto por estas especies.
El informe de WWF titulado,
“Protegiendo los corredores azules” visualiza las rutas de 845 ballenas
migratorias en todo el mundo, generadas por datos satelitales. Además, muestra
cómo las ballenas se enfrentan a amenazas múltiples y crecientes en los hábitats
donde se alimentan, se aparean, dan a luz y amamantan a sus crías, a lo largo
de sus ‘supercarreteras’ migratorias o "corredores azules".
Referencias:
https://www.ruv.is/english/2025-04-11-hvalur-hf-cancels-whaling-season-441416
https://www.icelandreview.com/es/news/icelanders-polled-on-whaling-and-icelands-image-abroad/
https://bu-breaker.shorthandstories.com/exposing-hvalur-hf/index.html
https://wwfes.awsassets.panda.org/downloads/wwf_blue_corridors_report_feb2022_web.pdf
https://www.abc.es/espana/20150419/abci-balleneros-espanoles-matanza-201504181853.html
https://es.wikipedia.org/wiki/Matanza_de_los_espa%C3%B1oles
https://www.snjafjallasetur.is/basque2.html
https://www.verkami.com/projects/13708-baskavigin-aka-la-matanza-de-los-balleneros-vascos
https://www.deia.eus/cultura/2023/08/06/islandia-abrira-museo-recuerdo-matanza-7123851.html
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