Texto: Mónica Alonso Ruiz
Este artículo se publicó en la Revista Escápate, en su número 24
http://www.cluboceanides.org/recursos/escapate-24-2017.pdf
El pasado mes de marzo tuve la
oportunidad de volver a Maldivas para disfrutar de sus maravillosos fondos
marinos. Esta vez tuve más suerte que la primera vez que fui, ya hace unos
cuantos años, y las condiciones del mar fueron muy buenas para la práctica del
buceo.
Este artículo se publicó en la Revista Escápate, en su número 24
http://www.cluboceanides.org/recursos/escapate-24-2017.pdf
La portada del artículo en la Revista Escápate num 24 |
La fauna marina que una espera
encontrar cuando va por allí consiste fundamentalmente en animales grandes,
especialmente tiburones. Sorprendida por lo afectados que habían quedado los
corales duros de las thilas (los pináculos de coral) por causa del último
episodio del Niño, y a la vez muy aliviada por la presencia de numerosas masas
de corales blandos que parecían haber renacido tras la muerte de sus parientes
duros, pude disfrutar de un safari vida a bordo de lo más gratificante. Avistamos numerosos tiburones grises, puntas blancas de
arrecife, mantas de arrecife en dos maravillosas inmersiones, pudimos ver el
tiburón ballena y finalmente una experiencia de buceo nocturno con tiburones
nodriza. Estas dos experiencias, la del ballena y los nodrizas fueron muy
gratificantes: ver de nuevo al gran gigante del mar me emocionaba mucho y la
inmersión nocturna en el muelle de Alimatha con los nodrizas era nueva para mí,
dado que no se realizaba aún la vez anterior que estuve por allí (yo ni
siquiera pude ver nodrizas en las inmersiones) e iba a ser mi primera vez con
esta especie. Una vez finalizado el safari ambas experiencias me dejaron pensamientos
contradictorios flotando en mi cabeza y una cantidad de cosas en qué pensar que
me han llevado, una vez aclaradas las ideas, a relatar todo esto y lo que
pienso de ello.
Como ya sabéis, soy una gran
amante de los tiburones, y como conservacionista siempre he defendido aquello
de que “vale más un tiburón vivo que uno muerto”. Esta es la justificación
habitual para las actividades de buceo con tiburones, que son la mejor forma de
proporcionar recursos a aquellos que han dejado de pescarlos para protegerlos,
y así animar a las autoridades a que emprendan acciones a favor de su
protección y en contra de su pesca.
Sin duda el buceo con tiburones
es apasionante, para algunos una experiencia de aventura y riesgo, y para otros
una oportunidad de ver a estos maravillosos animales en su medio. Y por eso nos
apuntamos a todo lo que nos propongan en relación con la posibilidad de verlos.
Sabemos que hay tantas especies de tiburones que no todo es adrenalina, dado
que algunos, como los tiburones ballena, no dejan de ser pacíficos animales. Y
lo mismo ocurre con el tiburón nodriza, un animal aparentemente tranquilo y
nada agresivo.
Buceo con el tiburón
ballena en Ari Sur
Programado en el itinerario del
safari estaba el buceo con el tiburón ballena en el sur del atolón Ari Sur. Nos
explicaron que la plataforma de ese atolón es muy pequeña y somera y que a muy poca distancia la
profundidad es muy grande. Por ello esa zona es idónea para el avistamiento de
especies pelágicas de gran tamaño. Y parece ser que los tiburones ballena que
se acercan a la costa son juveniles de “pequeño” tamaño (alrededor de 8 m), que
nadan en profundidades someras para calentarse con el sol. Un poco escéptica
con esta explicación, continúo escuchando las indicaciones de nuestro guía
mientras nos ponen un vídeo de cómo comportarse con estos animales cuando
nadamos a su alrededor. El primer y único encuentro con ellos iba a ser
buceando con tubo y aletas en superficie.
Los guías llevaban toda la semana
sin hablarnos de este encuentro, como para que no nos hiciéramos ilusiones: hacía
más de dos meses que no avistaban un solo ejemplar en la zona, y eso era muy
raro. Al parecer se había podido ver un grupo de orcas en la zona y los tiburones
ballena juveniles parecían haber desaparecido para no encontrarse con estos
depredadores.
Nos explicaron las normas: no
ponerse delante del animal ni en su trayectoria, respetar una distancia de
seguridad y no tocarle. Todo muy correcto y es lo normal en estos casos. Lo que
no nos contaron es que esperando a estos animales en esta zona, cada día hay
más de 8 o 10 cruceros con unos 20 buceadores en cada uno. Y además los resorts
cercanos acercan a los turistas a nadar con este animal.
Llegamos a la zona y nos
encontramos con un espectáculo dantesco de todos los barcos haciendo recorridos de búsqueda a lo
largo del atolón. “Nos han dicho que se ha visto uno”, nos decían los guías,
nerviosos mientras que nuestro barco de buceo, el dhoni, de unos 10 m de
eslora, navegaba a toda leche de un lado para otro. Nos explican la estrategia:
todos preparados con tubo y aletas y en cuanto el barco pare y nos digan, nos
tenemos que tirar al agua en grupo.
No sabemos cómo, nuestros guías
fueron muy listos y lo vieron primero, antes que el resto de los barcos: “está
a unos 5 m de profundidad”, dijeron, y nos lanzamos al agua. Fue impresionante:
allí estaba, justo debajo de nosotros, navegando sin parar paralelo a la costa,
aunque no muy rápido, lo suficiente para tener que aletear fuerte para poder
verle el cuerpo entero y no perderle de vista. Un par de afortunados apneistas
pudieron apenas acercarse a unos metros del animal y sacarle unas fotos. Y
mientras el resto nos debatíamos en superficie con más de cien personas que
estaban a nuestro alrededor, enloquecidos por ver su majestuosa cola. Se
acercaban barcos al enorme grupo de nadadores, con el gran peligro que esto
representaba, para acercar aún más a sus grupos de nadadores.
Yo “pateaba” con mis aletas sin
fin, con las manos por delante para evitar las patadas, aletazos y golpes de otros
nadadores. Recibíamos empujones y golpes por todos los lados, a la vez que
oíamos gritos en todos los idiomas. Y mientras tanto nuestros guías se debatían
por elevar sus manos para que los barcos les pudieran ver y evitar que se
acercaran peligrosamente a nosotros con sus motores en marcha. Vimos chinos con
chaleco salvavidas y máscara completa de cara (de esas nuevas con el tubo por
delante), flotando y a la deriva, como alejados de la acción. Sin saber aletear
y probablemente sin saber nadar.
Foto: Tchami |
Finalmente el animal se fue y la magia desapareció. Volviendo a la realidad tuve que hacer esfuerzos por quitarme la gente de encima, mientras trataba de ver alguna cara conocida cerca. Afortunadamente nuestro grupo no se había desperdigado entre el más de centenar de personas en el agua y escuché voces familiares. En un instante nuestro dhoni estaba allí para sacarnos a todos sanos y salvos.
Imagino que para los guías este
“circo” tan peligroso por la posibilidad de que alguien saliera herido, no les
debe gustar mucho, aunque lo sufran semana a semana. Pero hacen tan bien su
trabajo que parece que se las apañan bien para sacarnos a todos indemnes.
También me pongo en el lugar del
pobre animal que se acerca a la costa supuestamente a nadar en aguas someras y
percibe ese enorme escándalo de barcos navegando a toda velocidad y luego de
nadadores chapoteando tras él. A pesar de que este individuo estaba muy
tranquilo, finalmente se debió cansar del barullo y se fue. Ya no se le volvió
a ver más ese día. Desconozco si en días posteriores se pasó por la zona o huyó
despavorido hacia otras zonas más tranquilas.
La sensación que tuve de “circo
animal” superó con creces la euforia y la alegría por poder apreciar la
majestuosidad de su natación poderosa. Mi impresión es que las autoridades
maldivas, que supuestamente destinan fondos al estudio de esta especie,
seguramente pondrán algún tipo de cuota a estas actividades, ya que pueden ser
peligrosas para los turistas, y para los propios animales.
Es muy posible que la inexplicable
ausencia de los tiburones ballena en esa zona responda a la huida de un entorno
poco agradable para ellos y no por la presencia de orcas en la zona ¿quién
sabe? Pues al final ¿quién es más dañino, el hombre que lo invade todo, o sus
depredadores naturales? Estábamos en un confín del planeta, en un lugar supuestamente
poco masificado por el turismo, y estos pobres animales acababan sufriendo la
masificación turística. No me puedo imaginar qué ocurriría si esto estuviera
más cerca de Europa.
No podía evitar contaros a todos
esta experiencia, para expresar en voz alta mis pensamientos confusos. Quizá
estamos intentando salvar a estos animales de una forma que tenemos que
modificar. Es cierto que cada uno de los que estábamos allí sin duda nos hemos
vuelto más defensores de este animal tras la experiencia. Pero ¿a qué precio? ¿Tenemos
derecho a perturbar la vida de un juvenil que se acerca pacíficamente a la
costa y modificar gravemente sus patrones de conducta?
Tampoco soy muy radical diciendo que
no se deba nadar con ellos. Creo que sigue siendo beneficioso incluso para la
propia especie. Quizá se deban rediseñar este tipo de actividades o limitar el
número de personas. El tiempo lo dirá… O los tiburones ballena se irán de la
zona.
Esquema de la actividad. Cortesía Emperor Divers |
Buceo con tiburones nodriza en el arrecife de Alimatha
La última noche del safari nos
llevaron a Alimatha, un lugar muy popular en los últimos años por su inmersión
con los tiburones nodriza en un canal de un atolón, al anochecer. Me habían
contado muchas cosas sobre esta experiencia: sobre todo que era un espectáculo
de tiburones y buzos mezclados en un frenesí motivado por el cebo diario de los
animales, en medio de la corriente del canal, y aderezado con el factor
nocturno y con la presencia de grandes pastinacas envolviendo a los buzos y
tiburones.
Los tiburones nodriza tienen fama
de ser muy pacíficos y claramente inofensivos. El reducido tamaño de su boca y
sus diminutos dientes no pueden dar a este animal la imagen del típico tiburón
devorahombres que los medios de comunicación nos venden todos los días. Claro
que los animales salvajes, por pacíficos que sean, en un frenesí alimentario
por la presencia de abundante cebo flotando en el agua entre los buceadores,
pues pueden dar lugar a pequeños accidentes y lesiones a buceadores y animales.
En nuestro barco, en el
“briefing” de la inmersión nos explicaron que el gobierno maldivo ya no permite
el cebo intensivo que se venía haciendo todos los días. Y que las actividades
en la zona somera del “jetty”, el muelle delantero del resort donde se hacía el
cebado diario, ya no se hacían. Muchos barcos de crucero se seguían reuniendo
allí cada noche, para bucear con estos animales, aún muy condicionados por la
pasada actividad de cebo masivo. Algunos barcos sí llevaban cebo, pero el
nuestro, por cuestiones éticas, no lo llevaba. Nos explicaron lo de siempre:
dejar que los animales se acercaran y no al revés, no perseguirlos y no
tocarlos; buceo en grupo y la forma de colocarnos en el fondo cuando
aparecieran los tiburones nodriza.
Y nos fuimos al agua
tranquilamente, separados de los otros barcos, y avanzamos por el canal. Con
nuestras linternas por delante, para iluminar la oscuridad creciente,
encontramos un grupo de buceadores en círculo alrededor de dos ejemplares
tranquilamente tumbados en el fondo. No había corriente ese día.
Aquí me tenéis, junto a un tiburón nodriza. Foto: Luis Abad |
Era evidente que su
comportamiento no era natural con la presencia de humanos. Estaban aún muy
condicionados por años de cebo diario y asociaban a los buceadores con la
comida, pero de manera muy diferente a como me habían contado y como algunos de
mis compañeros recordaban de otras ocasiones de visitas anteriores a Alimatha.
Seguramente les siguen cebando, pero ya no es tan evidente y existe menos
riesgo de accidente. A la señal del guía una hora después del inicio de la
inmersión todos salimos del agua. Yo estaba muy contenta por haber visto de
cerca una nueva especie de tiburón, y a la vez muy aliviada porque ya no era el
“circo” animal que me esperaba.
Sin duda parece que el gobierno
maldivo había tomado medidas, o fueron los propios operadores de buceo de la
zona, para evitar accidentes y para controlar una experiencia que se les estaba
escapando de las manos.
Me fui de Maldivas muy contenta,
con muchas ideas bullendo en mi cabeza. Amando mucho más a los tiburones y
fascinada por verlos nadar en su medio, especialmente cuando fuimos a canales
donde había grises y puntas blancas de arrecife en plena acción de caza, aparentemente
sin ser molestados por nuestra presencia. Triste por el tiburón ballena y el
multitudinario espectáculo que se monta alrededor cada día, y contenta porque
el buceo con los tiburones nodriza había dejado de ser el circo que era.
Volveremos un año de estos a ver cómo han evolucionado estas actividades.
REFERENCIAS
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