Texto: Mónica Alonso Ruiz
fotos: Sharkwater.com
Hace unos días los
conservacionistas de tiburones mirábamos las noticias de las redes sociales con
desasosiego: Rob Stewart, el creador de la película Sharkwater había
desaparecido en el mar. Tres días después las peores noticias nos llegaban,
habían encontrado su cuerpo en profundidad. Se había ido haciendo lo que más le
gustaba, filmando tiburones para una nueva película.
Conmocionados, asistimos a una
sucesión de homenajes en las redes sociales, que no en los medios de comunicación.
Este biólogo, conservacionista y director de cine desgraciadamente no era tan
conocido fuera de los círculos conservacionistas. Su película Sharkwater, que muchos pudimos ver ya
hace unos años, marcó para algunos el inicio de la lucha porque los tiburones
tuvieran una imagen mejor. Para otros significaba la primera vez que se
enfrentaban al terrible mundo de la mafia mundial del comercio de aletas de
tiburón, aún hoy muy desconocido para la mayoría de las personas ajenas al
mundo del océano. Para otros significaba darnos a conocer el peligroso trabajo
de Paul Watson y de Sea Shepherd.
Posiblemente para otras personas,
tras esta pérdida de una persona de tan solo 37 años, sea el inicio de ver los
tiburones de otro modo, porque quizá vean su película por primera vez. O como
hemos hecho muchos, hemos vuelto a verla. Si en el pasado películas como
Tiburón de Steven Spielberg marcaron para siempre la precepción que tienen los
humanos sobre los tiburones de ser unos monstruos asesinos, en el presente y en
el futuro, películas como Sharkwater quizá sean un punto de inflexión para que
esa mala imagen desaparezca, y que comencemos y sigamos luchando por modificar
esa horrible imagen en la de unos seres fascinantes, que están sufriendo una
presión terrible que les está llevando a la extinción.
Es la imagen y la presión popular
la que en 1986 llevó a la Comisión Ballenera Internacional a la Moratoria total
de Caza de Ballenas. Estos animales, al igual que los tiburones, décadas atrás tenían
una imagen muy negativa para el público en general: eran monstruos marinos que
había que eliminar. Y ahora todo es muy diferente: la imagen general de ellas
(salvo pocos países que aún ignoran este sentimiento) es de animales maravillosos que
debemos cuidar como parte del patrimonio natural que “poseemos” o que se nos ha
dado “en préstamo” durante nuestras vidas. La presión popular todo lo puede:
hasta cambiar las políticas de conservación. Ya ha ocurrido una vez. Y puede
ocurrir más veces.
Por eso creo firmemente que
ángeles como Rob Stewart, con sus películas, formarán parte del grupo de
elegidos para hacer que el mundo cambie la percepción que tiene de los
tiburones. Ojalá que en unas décadas las palabras que escriba en recuerdo de
Rob Stewart sean para recordar cómo su trabajo formó parte del punto de
inflexión en el cambio hacia la protección global de los tiburones. ¡¡Luchemos por ello!!.
Referencias:
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