lunes, 16 de noviembre de 2015

CARA A CARA CON EL TIBURÓN DE ARRECIFE Carcharhinus perezi

Texto: Mónica Alonso Ruiz
Este artículo se publicó en la revista Escápate num 16
 http://www.cluboceanides.org/escapate

De todos es conocida mi afición a los tiburones, y mi labor en favor de su conservación. Este verano tocaba llevar a cabo aquello de lo que tanto hablo en mis charlas de tiburones: “Vale más un tiburón vivo que uno muerto”. Por ello, cuando dentro del viaje a Roatán que realizamos en junio pasado, nos propusieron hacer una inmersión de buceo programado con tiburones, pues no me lo pensé, y finalmente resultó ser una de las mejores experiencias de mi vida subacuática. Y no me resisto a contároslo aquí.

¿Por qué bucear con tiburones?
Cuando alguien ajeno al buceo nos hace esta pregunta, las respuestas son variadas y cada uno de los buceadores que practica esta modalidad tiene una diferente. Unos dicen que hace las inmersiones más interesantes: ver “bichos” cuanto más grandes mejor es todo un aliciente. Otros hablan de la componente de “riesgo” que tiene bucear con los “depredadores del mar”. Otros pensamos que los tiburones son fascinantes, que son un grupo de animales que han demostrado tener una serie de habilidades, al menos llamativas, y nos llama la atención conocerlos en su medio. También algunos pretendemos con esta actividad demostrar que el “riesgo” es controlado y desmitificar su imagen de depredadores despiadados que nos ha sido (y sigue siendo) transmitida por el cine y los medios de comunicación. Y finalmente, para mí una de las más importantes desde el punto de vista práctico: con nuestra participación fomentamos el negocio del buceo con tiburones, dando valor al tiburón vivo frente a su pesca.
En tu mano tienes un gran abanico de razones: escoge tú la tuya… o búscate una nueva.


El tiburón de arrecife del Caribe Carcharhinus perezi
Esta especie de tiburón está presente solo en los arrecifes del Caribe y en las costas de Brasil. Tiene la forma característica de un tiburón de arrecife (o gris, como a mí me gusta llamarles), con un cuerpo esbelto pero potente, con una aleta dorsal grande, color gris que pasa a blanco en su parte ventral. Mide hasta 2.5 – 3 m, y tiene un morro redondeado, relativamente corto, una segunda aleta dorsal pequeña, una incisión en la base de la primera dorsal. Con estas características es difícil distinguirlo de las otras especies. En realidad son todos tan parecidos, y ante la dificultad de encontrase ejemplares de distintas especies en la misma localización, dado que el ámbito geográfico de cada uno es diferente, pues lo habitual es que los guías de buceo te digan cual es la especie con la que está buceando. En el Caribe, esta es la especie de tiburón de arrecife con la que más se bucea y se realizan estas actividades de buceo programado.
Esta especie está considerada como “Casi Amenazada” según la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y está incluida dentro del grupo de los Carcarínidos, donde también podemos encontrar al tiburón tigre (Galeocerdo cuvier), la tintorera (Prionace glauca), el jaquetón oceánico (Carcharhinus longimanus) y otros tiburones del género Carcharhinus (los “grises”, tan parecidos entre sí): C. amblyrhinchus, C. albimarginatus, C. altimus, C. falciformis, C. galapagensis. C. obscurus, C. plumbeus….

El lugar

La experiencia de buceo con tiburones tuvo lugar en la Isla de Roatán (Honduras), en el Mar Caribe, en un lugar llamado “Cara a cara”, situado en un arrecife sumergido de la zona sur de la isla, a una media milla de la costa. Partiendo del resort donde estábamos pasando nuestras vacaciones de buceo, situado en la zona norte de la isla, la menos expuesta a los vientos, tuvimos una navegación de una media hora, en condiciones de mar movida y cielo encapotado, tras una semana de buceo con un tiempo de tormenta continua y oscuridad de las aguas (para nada pudimos disfrutar de las aguas turquesas del Caribe). La navegación se hizo en un barco del resort, en realidad una excelente embarcación muy preparada para el buceo, pero la inmersión la realizábamos mediante un centro de la isla especializado en esta actividad de buceo con tiburones. El responsable de este centro, Sergio, un italiano afincado en Honduras desde hace 16 años, cuando comenzó a realizarse la misma, es un enamorado de los tiburones, y cuando se enteró de mi interés por los escualos, enseguida se puso a hablar con nosotros (únicos españoles y única chica en un grupo de toscos “americanotes”) y tuvimos una agradable charla sobre buceo con tiburones durante la travesía.


El “briefing”
Siguiendo las consignas de seguridad en el buceo, siempre se deben comenzar todas las inmersiones con una pequeña explicación por parte del guía. Y en el caso de una inmersión programada con tiburones podríamos decir que es lo más importante, dado que en esta charla se nos deben dar todo tipo de explicaciones y precauciones sobre una actividad novedosa en la inmersión.
En nuestro caso el “briefing” nos lo dio Sergio, como responsable de la inmersión, y se realizó en el propio barco, antes de comenzar la navegación, para asegurarse de que todo el mundo estaba en buenas condiciones para escuchar. Sergio nos explicó que la inmersión en sí no era complicada, se trataba de bajar por un cabo hasta unos 20 m de profundidad, para permanecer estacionarios a esa profundidad unos 25 minutos. Nos indicó primeramente cual era el tipo de tiburón que íbamos a ver, que son animales fascinantes, que en particular el “perezi” come peces (no humanos) y que es cierto que puede oler la sangre (de los peces, no la de los humanos) a mucha distancia. Que por ello se les atrae con cebo sin sangre, veremos que es muy poco en realidad y que cuando nos tiráramos al mar no íbamos a encontrarnos a los tiburones “esperándonos con las fauces abiertas” como algunos pudieran pensar.
Explicó que se trataba de un grupo de unos 15 ejemplares de hembras, muy conocidas por el propio Sergio y sus colaboradores, que iban a aparecer abajo (nunca en superficie) una vez que él se sumergiera con el cubo agujereado de cebo que llevaría y que bajaría en primer lugar a la zona donde íbamos a estar, en un arenal delante de una pared de coral. La idea era que los buceadores (15 clientes en total, más los asistentes del centro y de nuestro resort) se situaran apoyados en la arena delante de la pared y que permaneciéramos apoyados en el fondo. De esta manera los tiburones iban a pasar por delante de nosotros en contra de la corriente, teniendo nuestra espalda cubierta. Nos explicó que la verdadera dificultad de la experiencia radicaba en la presencia de olas y corriente y el tener que bajar agarrados por el cabo, no por la presencia de los tiburones, los cuales nunca se acercarían a nosotros si no fuera por el cebo.

Las condiciones para el buceo
Una vez preparados, y cuando Sergio se sumergió por el cabo, con el cubo de cebo, pues empezamos a bajar. El mar estaba movido y gris, y yo en particular, tras días bajo la lluvia, presentaba un ligero bloqueo nasal, y las habituales molestias que en mí son desgraciadamente “habituales” cuando llevo varios días buceando, como es la dificultad para compensar. La visibilidad era mala y la corriente menor de la que me esperaba, pero suficiente para tener que bajar con una mano en el cabo (ciertamente inclinado, especialmente en superficie).
Tardé casi 10 minutos en poder bajar muy despacio, compensando mis oídos cada medio metro, y diciéndome que era posible que no pudiera conseguir llegar abajo. No estaba dispuesta a hacerme daño en los oídos, lo cual implicaba que posiblemente tuviera que abortar mi descenso, como me ocurre a veces en otras inmersiones que debo abortar.

Cara a cara con los tiburones
Estaba tan absorta en mis oídos que casi no me di ni cuenta que se vislumbraban unas sombras alargadas e hidrodinámicas que pasaban por debajo de mí. Llegué abajo y allí estábamos todos. El espectáculo y la acción habían comenzado sin mí. Es impresionante estar frente a estos animales, que pasaban nadando majestuosamente por delante de nosotros ¡¡tan cerca!! sin inmutarse por nuestra presencia, pero sin duda activados por el olor del cebo.
Enseguida me di cuenta de que el cubo con el cebo estaba a mi izquierda, escoltado por Sergio….y por una masa de unos 80 cm, que se movía delante de mí….se trataba de un enorme mero que estaba acechando el cubo, tan cerca que tuve que apartarlo para que me dejara sitio para estar cómoda. El simpático mero era un habitante de la pared de coral de nuestra espalda y sin duda espectador habitual de esta experiencia.

Tras unos minutos de relativa acción, con los tiburones pasando, el mero observando, y los buceadores haciendo fotos sin parar, me di cuenta de que no nos daban la señal para poder nadar entre los tiburones antes de abrir el cubo de cebo: nos habían dicho en el “briefing” que si no había corriente podríamos hacerlo, pero con la corriente (y creo yo que con la poca experiencia de alguno de los buceadores, por no hablar de la obesidad y falta de forma física….), pues decidieron no permitirnos nadar con ellos (no fuera que tuvieran que ir a buscar a alguno, que se dejara arrastrar por la corriente…).

Sergio se puso en el arenal delante de nosotros, con el cubo en sus manos. Llevaba guantes de cota de malla, precaución necesaria cuando se maneja cebo entre tiburones. Con un golpe de aleta se elevó levantando la tapa del cubo, y alzándose por encima de la cota de los tiburones, que se lanzaron en forma de masa descontrolada a por el pescado del cubo. En realizad no hubo el “frenesí alimentario” que yo había visto en vídeos de otras actividades parecidas a esta. Estaba claro que la comida era tan poca…que yo no vi trozos de pescado por ningún lado.
Tras acabar con el cebo, algunos ejemplares se fueron pero otros siguieron rondando la zona unos minutos más….Sergio levantó una piedra que ocultaba un resto de cebo, que sin duda había escondido él mismo cuando bajó el primero, y que tenía la finalidad de “prolongar” un poco más la experiencia, permitiendo que los tiburones se quedaran unos minutos más en la zona.

Acabado todo el cebo los tiburones desaparecieron y los buceadores se lanzaron al arenal a buscar los dientes que se les caen a los escualos cuando comen: era el premio por habernos estado quietos observando. Tras ello ya no había nada que hacer allí y comenzamos el ascenso.
Finalizada la actividad, tras la pertinente parada de seguridad, yo estaba feliz en el barco. Había conseguido bajar (no sin esfuerzo) y disfrutado mucho de la inmersión. Lo de que la experiencia es un “subidón de adrenalina” en este caso y para mí no es cierto, pues me sentí cómoda y fascinada.

Conclusiones e interrogantes 
En el trayecto de vuelta, y ya en casa, me surgieron algunos interrogantes, relacionados con las razones por las que se bucea con tiburones. Y os los transmito aquí.
Con estas prácticas, ¿se modifica la conducta del tiburón frente a los humanos? Indudablemente algo sí, aunque no se les “alimente”. ¿Se contribuye a “salvar” a los tiburones? ¿Se da valor al tiburón vivo frente al tiburón muerto? ¿O solo se ve cumplido el deseo del buceador “friki”? ¿Realmente se consiguen defensores de los tiburones?

Ahí os quedan estas reflexiones, para que todos las pensemos y adoptemos nuestra posición al respecto.

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