viernes, 19 de julio de 2019

CABO BLANCO: EL ÚLTIMO REDUCTO DE LA FOCA MONJE DEL MEDITERRÁNEO


Texto: Mónica Alonso Ruiz
Este artículo se publicó en la Revista Acusub num 192: http://acusub.com/?p=3300

¿Sabías que…? En la Península de Cabo Blanco, en el norte de Mauritania, junto a la frontera del Sahara, se encuentra la última gran colonia de la foca monje del Mediterráneo. Seguramente ninguno de nosotros sabíamos que hay focas en el Mediterráneo. Cualquiera lo diría si nunca hemos visto ninguna.

Hace siglos las focas monje, Monachus monachus, campaban libremente por nuestras playas, donde se reproducían y vivían en libertad. Se las podía encontrar en todas las costas del Mediterráneo, incluso en el Mar Negro, y en las costas orientales del Atlántico. En la actualidad tan solo unos pocos ejemplares pueden encontrarse en nuestro mar. Es en la zona oriental del Atlántico, especialmente en Cabo Blanco, donde viven aproximadamente la mitad de las algo más de 700 focas de esta especie que aún sobreviven. Tan pocos ejemplares convierten a la foca monje en una de las especies de mamíferos más amenazados de extinción. La UICN la cataloga como en peligro crítico, el paso previo a la extinción.

Fuente: Mediterraneanmonkseal.org

En España las focas monje eran habituales, si bien las últimas colonias habitaron las costas del Cabo de Gata, en los años 60. En los años 80 tan solo quedaban 5 ejemplares, que fueron muriendo hasta no quedar ninguno. Peluso se llamaba una de las últimas focas que vivieron en las costas españolas. Fue tristemente famoso porque los medios de comunicación la hicieron popular cuando contaron en 1989 que estaba atrapado en una goma que le aprisionaba su cuerpo. Vivía en las Islas Chafarinas, cerca de Marruecos y de Melilla. Un grupo de militares y científicos la liberaron de su trampa y la devolvieron al mar. No se planteó su cautividad con fines reproductivos ante la falta de estudios sobre su fisiología y viabilidad de vivir en cautividad.


Artículo de la Vanguardia de 1989

En 1992 se organizó de nuevo una expedición en busca de Peluso, pero no se consiguió encontrarlo y jamás se le volvió a ver. Pero ¿por qué tanto esfuerzo por localizar a una sola foca?, pues porque Peluso era nada menos que el último macho de foca monje del Mediterráneo que vivía en aguas españolas. Posteriormente, se avistaría una hembra con sus cachorros en Chafarinas, en lo que sería la última vez que se vería una foca monje en aguas españolas. La cosa es que desde entonces se dio por extinguida esta especie en nuestras costas.

Hubo muchas focas monje en Fuerteventura, en el Islote de Lobos, donde algunos de vosotros habréis buceado alguna vez. De hecho el nombre de “lobos” se refiere genéricamente al término coloquial “lobos marinos”, que se utiliza para nombrar a la totalidad del grupo de los  pinnípedos, y en este caso particular de Fuerteventura se aplica a las focas monje que vivían allí.


Fuente: Mediterraneanmonkseal.org

Un estudio de 1989 sobre las poblaciones de focas monje en España indica que la última fecha registrada de presencia de crías corresponde a Cueva Lobos, en Bolnuevo, Murcia, entre 1941 y 1945. Ese mismo estudio indicaba que en 1989 la presencia de focas en nuestras costas se debía a ejemplares erráticos provenientes de las colonias africanas. Las causas de su desaparición en España fueron principalmente la persecución humana, especialmente por parte de los pescadores, al entrar la foca en conflicto con sus intereses pesqueros. También influyó el descenso de recursos alimentarios, las molestias humanas en sus hábitats de cría, la destrucción de su hábitat, la contaminación costera y la muerte accidental de ejemplares en los aparejos de pesca. Vamos, que este animal fue una de las víctimas de la avaricia humana por ocupar las zonas costeras y por agotar los recursos pesqueros.

La foca monje

La foca monje del mediterráneo Monachus monachus es un mamífero pinnípedo de la familia de los fócidos. Los pinnípedos son, junto con los cetáceos y los sirénidos (el dugongo y el manatí), los únicos mamíferos adaptados a medio acuático. Los pinnípedos se dividen en tres familias, los otáridos (osos, lobos y leones marinos), los fócidos (las focas verdaderas y los elefantes marinos), y los odobénidos (las morsas). La principal característica de los fócidos y que las diferencia de los osos y leones marinos, es la ausencia de orejas, lo cual es una adaptación al medio marino, para reducir el rozamiento con el agua y hacer que sean más hidrodinámicos.


Fuente: Mediterraneanmonkseal.org

En la actualidad existen 19 especies de focas, que viven en diversas zonas costeras, excepto en las zonas tropicales. Tan solo algunas especies de focas viven en zonas templadas, las tres especies de foca monje, Monachus monachus, Neomonachus tropicalis (extinta) y Neomonachus schauinslandi. Las tropicalis viven en el Caribe y las shauinslandi en Hawai.


Áreas de distribución de las tres especies de focas monje

Las focas tienen las extremidades posteriores dirigidas hacia atrás, para facilitar la natación, lo cual les dificulta su desplazamiento en tierra. También tienen una gruesa capa de grasa debajo de su piel, que les permite soportar las aguas frías donde viven.

Su cuerpo suele ser alargado y fusiforme, muy hidrodinámico. Tienen un pelaje corto y denso en los adultos, siendo el de las crías más suave y largo. Es precisamente la característica de la piel de las focas crías la causante de su desgracia, al ser mucho más preciada que la de los adultos. Por ella se las ha matado hasta casi la extinción en algunas zonas del planeta.

La foca monje es la de mayor tamaño después de los elefantes marinos y los machos pueden llegar a medir hasta 2.80 m, y pesar hasta 300 kg, siendo las hembras más pequeñas. Su pelaje es gris o marrón en su parte superior y blanquecino en el vientre. Las crías al nacer tienen el pelaje negro y una mancha ventral blanca con puntos negros. Se las llama focas monje debido al pelo corto de su cabeza y los pliegues de su piel, lo cual les asemeja a la cabeza de un monje.

Características externas de la foca monje

Hace siglos, cuando no estaban sometidas a la presión humana, vivían en grandes colonias en bancos de arena y playas a cielo abierto. Dado que se las ha cazado desde la Edad Media, han desarrollado miedo por los humanos, y han llegado incluso a abandonar su hábitat por este motivo, concentrándose actualmente en cuevas de difícil acceso.

  

Fuente: Mediterraneanmonkseal.org

Comen peces, crustáceos y cefalópodos que cazan durante toda su vida excepto en los primeros días tras dar a luz, en los que las hembras permanecen junto a sus crías. Las crías toman leche materna hasta los cuatro meses de edad.

Las hembras se desarrollan sexualmente a los dos o tres años de edad, que es cuando suelen tener su primera cría. Se reproducen una vez al año, dando a luz en la temporada estival.

Como ya hemos citado, hay dos poblaciones claramente diferenciadas, la del Mediterráneo Oriental, fundamentalmente entre Grecia y Turquía, con unos 350 ejemplares y la población atlántica, con unas 40 focas en Madeira y más de 350 en la Península de Cabo Blanco. Ejemplares dispersos se pueden encontrar también en el Mediterráneo Occidental, en Marruecos y Argelia. Los científicos consideran que la población mediterránea está estable, dentro de su estado crítico, y que la atlántica está en crecimiento.




Distribución de la foca monje del Mediterráneo, Monachus monachus

Cabo Blanco: la reserva “Costa de las focas”

La ajetreada y trágica historia de la colonia de focas de Cabo Blanco comienza en 1436, cuando los primeros navegantes portugueses traen noticias de colonias de foca en los bancos de arena de Río de Oro (Sahara). En ese momento se inicia su explotación y persecución hasta el siglo XX, utilizando sus pieles y grasa para hacer aceites. En 1923 las poblaciones de focas de la zona se habían diezmado casi hasta la extinción, y los exploradores no encontraban más que unos pocos ejemplares en la zona. En 1945 el naturalista español Eugenio Morales encuentra de nuevo la colonia de focas de la península de Cabo Blanco, en la que se consideró la última colonia superviviente del litoral africano. En la segunda mitad del siglo XX la pesca en la zona aumenta de manera exponencial, dado que nos encontramos en uno de los caladeros de pesca más productivos del mundo. Las capturas accidentales en las artes de pesca y la persecución de los pescadores vuelven a someter a la colonia a una presión excesiva.

El desconocimiento del estado de las poblaciones se agrava con la descolonización del Sahara en los años 70, que no permite el acceso a los científicos a la zona. Es a comienzos de los 90 cuando un grupo de investigadores españoles vuelven allí, localizan las cuevas de cría y se comienza a investigar de nuevo la colonia, instalando un campamento permanente con cámaras de videovigilancia. Se trata de conocer los aspectos biológicos de esta especie, que son muy desconocidos. En ese momento se inicia un proyecto Life para estudiar la posibilidad de reintroducir ejemplares en las Islas Canarias.

La colonia sufre uno de sus peores momentos críticos en 1997, cuando un alga tóxica vuelve a diezmar la población de focas de la zona, quedando aproximadamente unos 100 ejemplares. En ese momento se piensa que la posibilidad de que se recupere la especie a nivel mundial  es muy baja.
Sin embargo, la responsabilidad española sobre la especie prima sobre la desesperanza y en 1999 en Ministerio de Medioambiente español propone la elaboración de un Plan de Acción Internacional para la recuperación de esta especie en la zona. Es el inicio del trabajo con representantes de Marruecos, Mauritania y Portugal en la Fundación CBD-Habitat, que junto con la ONG local Annajah crean en 2001 una reserva llamada “Costa de las Focas”, que pretende aunar esfuerzos institucionales internacionales y locales y de los pescadores artesanales.

Se trata de proteger las cuevas de cría de la colonia y el entorno en el que se localizan y por ello se establece un sistema de vigilancia para eliminar redes ilegales y las molestias por parte de recolectores de percebes y pescadores. La reserva cubre una zona de 6 km que recoge toda la zona de cuevas. A partir de esa fecha el número de crías comienza a crecer y los trabajos de conservación empiezan a producir resultados, comenzando la fase de recuperación de la colonia.

  
La videovigilancia es una de las herramientas para el control de los ejemplares de la colonia

Se realizan trabajos de control de la pesca en la zona, se marcan los ejemplares y se empiezan a conocer sus movimientos, lo cual es esencial para mejorar su protección. Así, se empieza a ver una pequeña expansión de la colonia, en 2008, cuando se dan cuenta de que las focas ya salen a las playas a cielo abierto, e incluso paren allí, recuperando parte de su hábitat natural que abandonaron por la presencia humana. Los números crecen y en 2011 la colonia ya supera los 200 ejemplares, duplicándose la población desde el año 1997.

El ejemplo de Cabo Blanco se exporta a Madeira, donde hay también una pequeña población, y se inicia allí un programa de conservación, dentro del programa Life de la Unión Europea.
El trabajo realizado consiste en la vigilancia y mantenimiento de la reserva, protegiendo sus cuevas de cría. La vigilancia marina permite hacer ver a los pescadores de la zona que no pueden pescar, porque se les retiran las redes y se entregan a las autoridades locales. La vigilancia en la costa elimina las molestias en las zonas de cría, especialmente limpiando de la basura que llega del mar.

La reserva “Costa de las Focas”, en Cabo Blanco, Mauritania, es la única esperanza para la especie

También se realiza un seguimiento e identificación de los ejemplares, mediante fotoidentificación, videovigilancia y seguimiento por GPS. En las oficinas de la reserva se analizan todos los datos y se elaboran catálogos de identificación y el análisis demográfico de la población. Actualmente hay 70 subadultos, 97 hembras adultas y 75 machos adultos, con lo que se obtiene un total de 242 individuos. Si se añaden las crías se estima que hay una población de unos 330 ejemplares.
Pero el trabajo no acaba en la propia reserva, y se completa con acciones de apoyo a la población local, principalmente de la más cercana, Nouadhibou. Se trata de mejorar sus condiciones de vida y de trabajo, y sensibilizar a los niños. Se ha creado un centro de interpretación de la reserva y se realizan cursos de formación a pescadores.

El trabajo con la población local, especialmente con los niños, es esencial para el futuro de la reserva

De cara al futuro, se plantea el estudio de expansión de la reserva, cuando las cuevas actuales dejen de ser suficientes para la población en aumento. Para ello se ha explorado la zona, unos 150 km más y se han inventariado las cuevas cercanas.

¿Qué pasó con la idea de la reintroducción de la foca monje en las islas canarias?

Según nota de prensa del Ministerio para la Transición Ecológica, se está ultimando el procedimiento para la reintroducción de la foca monje en Fuerteventura. En septiembre pasado se reunieron representantes del Ministerio con representantes del Cabildo y del Gobierno de Canarias. El Ministerio presentó su estudio de viabilidad demográfica como paso previo a la elaboración del proyecto de reintroducción de la especie en Canarias.

El estudio de viabilidad ha indicado Fuerteventura como el lugar idóneo para la reintroducción de ejemplares procedentes de Cabo Blanco, basándose en los acuerdos suscritos con Mauritania en este sentido. Se ha propuesto el Parque Natural de Jandía, porque según los expertos esta zona ofrece un hábitat adecuado, con alimentación disponible y con amenazas mínimas, porque la actividad pesquera en la zona es muy reducida, y está prohibido el uso de redes de arrastre y de enmalle, principales artes que provocan la mortandad en esta especie. Es una zona de baja densidad de población, con turismo moderado y con grandes espacios protegidos muy aislados.

Parece que la idea inicial es llevar unos 36 ejemplares durante un periodo de 10 años y que se liberarían en una zona especial de conservación marina (ZEC), en la “Cueva del lobo”, llamada así por la presencia de focas.

La opinión de las cofradías de pescadores de la zona no es muy favorable a la reintroducción de las focas, porque creen que les perjudicará en su actividad, siendo un elemento de competencia para sus capturas. Aluden a que la foca será también una amenaza para otras especies de la zona. Los pescadores dicen que las focas requieren de 30 kilos de pescado diario e indican la falta de diálogo con ellos por parte del Ministerio.

Es curioso que los representantes de las cofradías digan que “si desaparecieron de forma natural del litoral majorero es porque aquí no tienen su hábitat”. Sin duda parece que la falta de información de los pescadores que así se expresan, en relación con la extinción de la foca es importante. Calificar de extinción natural cuando la acción humana fue su principal causa responde a un cierto desconocimiento de por qué se extinguen las especies y de que no todos los recursos del mar deben estar al servicio de las necesidades humanas. Es el agotamiento de los recursos pesqueros, por causa de nuestra insostenible actividad la verdadera fuente de los problemas de la pesca. Debemos comprender que la introducción de un depredador natural en un ecosistema responde siempre a la necesidad de equilibrar el mismo y tratar de compensar los daños ocasionados por el hombre. Parece claro que va a haber que realizar un gran esfuerzo con la población local de Fuerteventura si se quiere que el proyecto tenga un futuro.

¿Qué ocurre a las focas monje que viven en el Mediterráneo?

Mientras tanto existen movimientos mucho más incipientes que los realizados en Canarias por parte de organizaciones sin ánimo de lucro, para recuperar la foca monje en el Mediterráneo en Baleares, donde a este animal se le conocía popularmente como “vellmarí”.

Y en el Mediterráneo oriental existen también otras organizaciones que luchan por conservar las colonias que existen, como Sad Afag, en Turquía. Su labor de concienciación de la población local es fundamental para respetar sus zonas de cría y de apareamiento, tratando de llamar la atención de las autoridades para que regulen las actividades humanas en las zonas de cría, y dándoles a conocer que las poblaciones en la zona no son despreciables y que están sujetas a mucha presión.

El logo de Sad Afag, una ONG que lleva más de 30 años luchando por la supervivencia de las focas de las costas turcas

Las campañas de concienciación ciudadana son las principales armas de las organizaciones en defensa de la foca monje en las costas mediterráneas

Todas estas organizaciones se encuentran con muchos obstáculos para evitar la reducción de las poblaciones de focas, fundamentalmente por la inacción de las autoridades, que no imponen zonas de reserva.

Mientras que los esfuerzos en Cabo Blanco están surtiendo efecto, con resultados muy satisfactorios que auguran un futuro menos incierto a la especie, aún falta mucha colaboración entre organizaciones y autoridades para la conservación de los ejemplares del Mediterráneo, donde aún ni se plantea la posibilidad de reintroducir ejemplares desde Cabo Blanco, debido a la falta de entornos adecuados para el desarrollo de esta especie sin la presencia y perturbación humana. Sin duda la costa mediterránea está tan ocupada por la actividad humana que será muy difícil la recuperación de las poblaciones de la zona, a no ser que se haga un esfuerzo institucional importante para crear zonas de reserva.

REFERENCIAS:



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