sábado, 23 de febrero de 2019

Moradores de la arena (II)



Este artículo se publicó en la Revista AcuSub num 189
Texto: Mónica Alonso Ruiz

¿Cansado de aletear en fondos de arena aparentemente sin ver vida marina? Será que no te has fijado bien: vida hay y mucha. En el artículo anterior hablábamos de las zonas arenosas en la inmersión que aparentemente podían ser aburridas, a diferencia de otros ambientes submarinos, como los rocosos o la pradera de Posidonia, donde la vida marina es fácil de ver. Descubrimos una serie de organismos invertebrados que se podían encontrar allí, como los Cerianthus membranaceus, las Alicia mirabilis, los gusanos tubícolas, las estrellas de arena, los erizos irregulares, los cangrejos reales, los ermitaños o las holoturias. Y nos dimos cuenta de que el ambiente de la arena “mola”, pues podemos encontrar muchas cosas si aprendemos a mirar. Ahora veremos los peces que se pueden ver en estos ambientes, que son la mar de curiosos también.

Torpedos o tembladeras

Los torpedos o tembladeras son los que popularmente se conocen como “rayas eléctricas”. Forman parte de los condrictios o peces cartilaginosos, dentro de los cuales se encuentran los elasmobranquios, rayas y tiburones. Rayas hay de muchos tipos, más de 500 especies, y unas 20 de ellas se incluyen dentro de la familia torpedinidae. Quizá son el grupo más curioso, por su capacidad de producir descargas eléctricas como forma de defensa.



Los torpedos o tembladeras son las denominadas “rayas eléctricas” por su sistema de protección frente a depredadores basado en descargas eléctricas
Foto: Luis Abad

Suelen ser de color marrón, de forma redondeada y aplanada, con una cola más o menos larga, con sus dos aletas dorsales en la parte trasera, plegadas lateralmente. Habitualmente solemos encontrarlas enterradas en el fondo, donde esperan camufladas el paso de sus posibles presas.

Es recomendable no tocarlas, por las descargas eléctricas que producen mediante los dos órganos específicos situados a ambos lados de su espina central. Estos órganos están formados por un mosaico de células en forma de disco, apilados en prismas verticales. Son como los elementos de una pila, con el polo negativo en el vientre y el positivo en el dorso. La electricidad con la que se cargan estas pilas proviene de impulsos eléctricos producidos en el encéfalo del animal.


El sistema eléctrico de los torpedos
Gráfico: Mónica Alonso

Los torpedos usan estos órganos tanto para defenderse como para atacar, paralizando a su presa, aprovechando la gran conductividad eléctrica del agua. En algunas especies las descargas pueden tener un voltaje, de hasta 220 v, por lo que si tenemos la mala suerte de que active esta defensa cuando la tocamos, el latigazo puede ser importante. Siempre recomendamos no tocar la vida marina, pero en este caso tenemos que considerar que además puede ser peligroso. Este sistema de defensa y ataque los hace casi invulnerables, sin depredadores.



Ilustración: A. M. Arias


Ilustración: A. M. Arias

Angelote Squatina squatina

Continuando con los elasmobranquios, el angelote es el único tiburón que se suele ver en los fondos arenosos de nuestras costas. Y no parece un tiburón, por lo aplanado que es, más bien nos parece una raya.

Este animal es un tesoro que solamente se puede ver en las costas canarias, porque en el Mediterráneo las poblaciones están casi extinguidas. Está catalogado como críticamente amenazado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN). Este animal se le conoce desde la antigua Grecia, donde se capturaba para la alimentación. Se le llamaba pez monje, por la similitud de la parte delantera con la capucha de los monjes.

Es una especie muy desconocida y actualmente en Canarias se están llevando a cabo muchos estudios para conocerlo y poder preservar la especie, evitando que se extinga.

Es un tiburón de emboscada, que espera pacientemente enterrado durante horas a que pase una presa, y entonces abre sus mandíbulas con una velocidad impresionante para capturar al pobre incauto que pasa por allí. Como los torpedos, es difícil de ver si está enterrado, salvo para el ojo entrenado de los guías de buceo.  Es una suerte poder tenerlo en nuestras costas y vale la pena ir a bucear a las costas canarias, donde en determinadas épocas casi te garantizan poder verlos.

De este animal ya hemos hablado extensamente en otras ocasiones en esta revista, y tienes más información aquí


El tiburón ángel o angelote está críticamente amenazado y ha desparecido de muchas zonas de distribución de la especie, como en el Mediterráneo o el mar del Norte. Afortunadamente aún se le pude encontrar en Canarias.
Angelote Squatina squatina
Foto: José Calderón

Mantelina Gymnura altavela

La mantellina o raya mariposa es quizá una de mis rayas favoritas, precisamente por la forma que tiene, más ancha que larga, lo cual la diferencia claramente del resto. Es rara de ver, salvo en Canarias, donde es más abundante.

Como en el caso de los torpedos y angelotes su coloración tiene patrones marrones para camuflarse en la arena, donde se entierra, por lo que también es difícil poder verla a la primera si no se la conoce. Se alimenta de peces, crustáceos y cefalópodos. Es un depredador activo y se acerca a la presa se manera sigilosa. Luego se lanza rápidamente sobre ella y la aturde con sus aletas. También es un depredador de emboscada, como el resto de animales de la arena. Su vuelo rasante sobre la arena es espectacular y digno de ver.

Son inofensivas aunque su espina de la cola puede provocar un doloroso pinchazo. Está críticamente amenazada en el Mediterráneo, dado que se ha consumido mucho comercialmente. Sus poblaciones han decrecido mucho en su zona de distribución en el Atlántico.


Las mantellinas se caracterizan por ser más anchas que largas, al contrario que el resto de las rayas, que son más largas que anchas.
Mantelina Gymnura altavella
Foto: José Calderón

Salmonetes de arena Mullus sp.

Son unos pececitos de la arena que me encantan porque se afanan en revolver el fondo con sus barbillones. Tienen un color rosado, especialmente cuando se cocinan, por lo que se les ha dado el nombre de “pequeño salmón”. Hay dos especies, el de roca, que también vive en la arena, Mullus surmuletus, y el de fango Mullus barbatus.

Su característica es la presencia de dos barbillones que tienen en la parte inferior de la boca, que les permite excavar en la arena para desenterrar su alimento, a base de pequeños invertebrados.

Es un pescado que ha sido apreciado desde los romanos, que ya lo capturaban para su consumo.

Salmonetes, con los barbillones recogidos
Foto: Pilar Muñiz y José Calderón
Pez lagarto Synodus saurus

A diferencia de los salmonetes, los peces lagarto no tienen interés comercial. Son peces con una boca grande, amenazadora, que les llega hasta detrás de los ojos. Su nombre se debe al parecido de su cabeza con la del lagarto. Se camuflan en la arena, donde son invisibles salvo por sus rojizos ojos y son más frecuentes en las costas atlánticas, especialmente en Canarias.

Sus numerosos dientes son los responsables de su nombre, synodus, que significa en griego “dientes juntos”. Su piel, cubierta de manchas pardas, les ayuda al camuflaje en la arena, donde capturan a sus presas mediante la técnica de emboscada. Son carnívoros voraces y se alimentan de otros peces.


Pez lagarto Synodus saurus
 Foto: Pilar Muñiz y José Calderón

Pez lagarto Synodus saurus.
Sus numerosos dientes son carácterísticos de la especie
Foto: Pilar Muñiz y José Calderón

Pez araña Trachinus draco y Trachinus araneus

Y ahora pasamos de hablar de un pez inofensivo, por más fiero que nos parezca el pez lagarto, a otros menos inofensivos. El pez araña también se camufla en la arena, para capturar a sus presas. Vive en aguas frías y es frecuente encontrarlo en aguas someras de las playas.

Tiene entre 5 y 7 espinas venenosas en su parte superior, dirigidas hacia atrás. Su veneno, en caso de inoculación a los humanos, fundamentalmente porque lo pisemos en una playa, provoca inflamación, vómitos y dolor fuerte. Se puede combatir con calor, por lo que es muy eficaz sumergir el miembro afectado en agua caliente a más de 45 grados, aunque se recomienda acudir a un centro de salud.

Se alimenta de peces pequeños y crustáceos. Tiene una tonalidad verdosa, con manchas oscuras en su cabeza y líneas amarillas y azules laterales. Presenta lo que se denomina coloración críptica, es decir, que se camufla con el fondo, al igual que lo hace el pez lagarto.

Son muy territoriales, especialmente en épocas de apareamiento, volviéndose agresivos con buzos y bañistas, a los que puede llegar a morder, siendo la mordedura ciertamente dolorosa.  La toxicidad de su veneno persiste tras su muerte, por lo que los pescadores suelen tener cuidado al manipularlo.


el pez araña tiene unas espinas venenosas que puede causar mucho dolor si accidentalmente lo pisamos en una playa
Foto: Pilar Muñiz
Pez rata Uranoscopus scaber

Otro pez con cara de enfado, como el pez araña, es el pez rata, que se oculta en la arena, tanto que es muy raro verlo desenterrado. Tienen un color pardo, con motas blancas y su boca en posición vertical, con dientes pequeños, y tamaño similar al pez araña, con una longitud máxima de unos 30 a 40 cm. La mandíbula inferior suele mostrar un pequeño señuelo desplegable que utiliza para atraer a sus presas.

Tiene órganos eléctricos, en la parte posterior de sus ojos, los cuales son usados para detectar y aturdir a sus presas y rechazar ataques de depredadores, no siendo comparable al sistema de los torpedos ni teniendo la misma potencia, con descargas de hasta 50 voltios, que no son peligrosas para el hombre.

Tiene dos aguijones venenosos en los laterales, junto al opérculo que cubre sus branquias. Las heridas que estos aguijones producen son dolorosísimas y pueden provocar incluso la muerte en algunos casos. No suele atacar, pero al estar habitualmente enterrado, se producen accidentes cuando se pisa al animal.

Son muy voraces y comen crustáceos, moluscos y pequeños peces, hinchando mucho su abdomen cuando se atiborran.


El pez rata se esconde en la arena para pasar desapercibido
Foto: Pilar Muñiz



Ilustración: A. M. Arias

Raó Xrichthys novacula

Este pez, de entre 12 y 16 cm de longitud, es inconfundible, por su color verdoso, rojizo y anaranjado formando un patrón llamativo, y con unas formas irisadas localizadas en su vientre. Este lábrido es un pez comestible, muy apreciado por su carne delicada y blanca, y por su piel gelatinosa, tanto que se puede llegar a pagar a 25 o 30 euros el kg. Los pescadores lo llaman galán en la zona sur de España, aunque a veces lo llaman lorito, por sus llamativos colores.

Su nombre más frecuente, raó, proviene de la pronunciación andaluza del catalán raor, que significa navaja de afeitar, que hace referencia a su forma aplastada y a la forma de alimentarse, raspando las rocas con sus dientes para recoger pequeños invertebrados. En Canarias se le conoce con el nombre de pejepeine.

Es un pez tímido y solitario que nunca pasa desapercibido cuando lo vemos en inmersión, debido a su coloración llamativa, típica de los lábridos, los cuales, viven en zonas rocosas y en las praderas de posidonia, siendo el raó el único que vive en zona arenosa.


El raó es el único lábrido que podemos encontrar en los fondos de arena
Foto: Pilar Muñiz
Tapaculos Bothus podas

Quizá una de las cosas que más sorprenden a los buceadores noveles es ver cómo de repente el fondo arenoso se mueve y aparece un pez aplanado, parecido al lenguado.  

Los peces planos, o pleuronectiformes, presentan la característica de “haberse puesto de lado”, tanto que como uno de sus lados se apoya en el fondo, el ojo que deberían tener en ese lado ha migrado al lado que siempre queda en su parte superior. Además los ojos sobresalen del cuerpo, sustentados en lo que se denomina pedúnculo ocular. Dentro de este grupo tenemos los lenguados, las platijas y los rodaballos, aunque el más frecuente en la inmersión es el tapaculos.

La piel de ambos lados es diferente, siendo la que está en contacto con el fondo de color claro y la superior está recubierta de cromatóforos, unos órganos que permiten al animal cambiar de patrón colorativo en función el fondo en el que se encuentren, para camuflarse mejor.

No tiene vejiga natatoria, por lo que para poder nadar se desplazan a base de movimientos ondulatorios del cuerpo del animal, que literalmente se “arrastra” por el fondo marino.


El tapaculos Botus podas presenta uno de sus lados pigmentado para mimetizarse con el fondo
Foto: Pilar Muñiz y José Calderón


El tapaculos Botus podas es un pez plano que tiene sus dos ojos en el mismo lado del animal
Foto: Pilar Muñiz y José Calderón
Los peces planos migran uno de sus ojos de la posición bilateral normal que presentan en estado larvario, a su posición en uno de los lados del animal
Gráfico: Mónica Alonso Ruiz



Golondrina o chicharra Dactylopterus volitans

La golondrina es un pez muy llamativo, que nos podemos encontrar de vez en cuando, y que cuando nos topamos con él siempre es un gran hallazgo por la belleza de las aletas pectorales del animal, de colores azulados eléctricos y verdes, que despliega cuando se desplaza “volando” sobre la arena. Es una animal de mediano tamaño, llegando a los 50 cm de longitud.
Su cabeza es dura, protegida con huesos dérmicos que se prolongan hacia atrás en dos pares de espinas grandes.

Suele hurgar en el sedimento con sus aletas pélvicas, para buscar alimento en el sustrato, a base de crustáceos, bivalvos y peces pequeños. Emite una especie de ronquido que realiza frotando las espinas de su cabeza con el cuerpo.


El pez golondrina extiende sus alas coloridas y ”vuela” sobre la arena
Foto: Pilar Muñiz

Ilustración: A. M. Arias

Rubio Trigloporus lastoviza

Un pez parecido a la golondrina, pero que pertenece a un grupo diferente es el rubio, que también tiene unas aletas pectorales largas y coloridas, de menor tamaño que las de la golondrina y de colores verdosos, rojizos con manchas azules. El tamaño y la forma también son similares, llegando hasta los 40 cm de longitud. También tiene placas óseas en la cabeza, con pequeñas espinas en los ojos.

La parte delantera de las aletas pectorales se ha modificado en una especie de patas con las que se desplaza por el fondo.


Las aletas pectorales del rubio Trigloporus lastoviza tienen unos radios modificados que literalmente funcionan como “patas”
Foto: Pilar Muñiz




Ilustración: A. M. Arias

Anguilas jardineras (Heteroconger longissimus)

Seguramente, si has buceado en las costas canarias o atlánticas habrás podido observar un “jardín de anguilas jardineras” cuando en una llanura arenosa aparecen unos peces delgados y largos que salen del fondo arenoso y que se esconden en cuanto se produce la más mínima perturbación en las aguas en las que viven. Son peces anguiliformes que se alimentan de plancton y de detritus y que viven permanentemente en su agujero en la arena, el cual no abandonan nunca.
Es casi imposible observarlas de cerca, por lo huidizas que son. Si consigues tener paciencia y esperar inmóvil una vez que se han escondido, es posible que vuelvan a salir y puedas observarlas de cerca. En caso contrario tendrás que conformarte con la belleza del paisaje arenoso con las anguilas saliendo y moviéndose al son de la corriente.



Los campos o jardines de anguilas jardineras son un aliciente para el buceo en la arena
Foto: Bryant Kevin

En estos dos artículos hemos disfrutado de los habitantes de la arena, sorprendentes y variados. Estoy convencida de que la próxima vez que el guía de buceo te lleve por una zona arenosa la vas a ver de otra forma, ya no te va a parecer aburrida, fundamentalmente porque te vas a acordar de esto que has aprendido y te vas a disponer a descubrir a sus huidizos habitantes, que habitualmente se muestran poco y se confunden con el fondo. Seguramente con un poco de entrenamiento podrás descubrir alguno de estos animales y su observación te llenará de satisfacción.  

Referencias:
Fondos Marinos de Murcia Juan Carlos Calvín ISBN 84-930442-3-7 2003
Peces de Mar y de Río Roberto Lotina Benguria y Mario de Hormaechea Camiña ISBN: 84-814-0262-8
Peces de mar de la Península Ibérica Jordi Corberá Ana Sabtés Antoni García-Rubies ISBN: 84-08-01799-3

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