Texto: Mónica Alonso Ruiz
El pasado abril asistí a una actividad
divulgativa llamada “Escuchando los océanos”, donde se expusieron y debatieron
los efectos que la actividad antropogénica (de procedencia humana) está provocando
sobre el ambiente sonoro de los océanos, algo de lo que somos poco o nada
conscientes.
El evento tuvo lugar en el Museo
Thyssen Bornemizsa, en el marco de la exposición De Ballenas. Fuente: Museo
Thyssen
El científico español Carlos
Duarte, oceanógrafo especialista en la investigación de los ecosistemas
acuáticos y el funcionamiento global de los océanos fue uno de los
participantes en el evento. Carlos había dirigido el artículo científico “The Soundscape of Anthropocene Ocean”
(El Paisaje Sonoro del Océano del Antropoceno), que se publicó en la revista
Science en 2021, y sus estudios y conclusiones se comentaron en el coloquio.
Hace unos años participé como
alumna en un curso llamado “Ocean
solutions” (Soluciones para el océano), en el que Carlos era el ponente.
Allí se nos explicaba el efecto que los humanos estábamos provocando en todo el
sistema marino global, y las posibles soluciones para mitigarlo. La forma de exponer
los problemas y especialmente su optimismo al plantear una gran variedad de
estrategias y soluciones me encantó. No podía perder la ocasión de escuchar a
Carlos en persona.
Carlos Duarte. Fuente: Fundación Gadea
Ciencia
Jana Winderen, presente en el
evento, y es conocida porque realiza composiciones de audio utilizando sonidos procedentes
del océano. Contribuyó al artículo mediante una pieza sonora, que pudimos
escuchar en vivo. Así pudimos percibir que, en el océano, además de los sonidos
naturales, existen ruidos muy fuertes y molestos de indudable procedencia
humana.
La conversación se inició desmontando
la creencia popular de que en el océano todo es silencio. Todo lo contrario,
está lleno de sonidos. Eso es porque las ondas sonoras se propagan en el agua
mucho mejor que en el aire: son cuatro veces más rápidas y pierden menos
energía, por lo que llegan más lejos.
Carlos nos contaba que cuando los
buceadores se sumergen, se dan cuenta de que se perciben muchos sonidos en el
agua, especialmente si una embarcación a motor pasa cerca. Y yo me acordé en
ese momento de que, aunque los buceadores no hablamos, generamos un ruido
constante al emitir burbujas por nuestro respirador. La prueba está en que muchos
animales huyen de nosotros, incluso antes de que los veamos. Por eso los
investigadores marinos que intentan acercarse lo máximo posible a ciertos animales
muy sensibles al ruido, utilizan sistemas “rebrather”, que no generan burbujas
al reaprovechar el flujo de aire exhalado.
¿Se equivocaba Cousteau cuando
tituló a uno de sus documentales más famosos “El mundo del silencio”? Carlos
nos explicó que cuando tuvo oportunidad de comentar esto con su nieta, Alexandra
Cousteau, ella aclaró que con esta expresión su abuelo se refería a que cuando
se bucea uno no puede comunicarse fácilmente mediante sonidos vocales, por lo
que habitualmente se permanece en silencio. No se equivocaba Cousteau. Estar
bajo el agua nos obliga a estar callados, cosa que yo muchas veces agradezco.
Los humanos utilizamos fundamentalmente
la vista para percibir lo que nos rodea, aunque no seamos muy conscientes de
que también nos valemos del oído para analizar nuestro entorno. Por eso la
contaminación acústica que generan nuestras actividades no ha sido considerada tradicionalmente
como algo tan negativo, aunque actualmente ya es fuente de preocupación,
especialmente en las ciudades.
En el agua, siendo un medio en el
que las ondas sonoras se propagan mejor que las lumínicas (que se atenúan mucho
con la profundidad) es el sonido el que cobra más protagonismo. Por eso, lo es todo
para los animales marinos, porque les permite comunicarse a grandes distancias.
Lo creamos o no, lo utilizan todos los animales, desde invertebrados a grandes
mamíferos, y lo usan para interactuar entre ellos, así como para interpretar y
analizar el ambiente marino. Al hilo de todo esto, recordé que algunos cetáceos
utilizan la ecolocalización del mismo modo a como lo hacen los murciélagos,
emitiendo un sonido y percibiendo su reflexión en los obstáculos. Por eso son
capaces de encontrar sus presas en zonas profundas en ausencia de luz.
El océano es un mundo sonoro,
generado por los diferentes organismos que viven en él. Allí también se
perciben, a veces a gran distancia, sonidos producidos por efectos geomecánicos
naturales, como el romper de las olas, el agua de lluvia o el granizo que
golpea la superficie, e incluso, la rotura y caída de grandes bloques de hielo
en las zonas polares. Los científicos siguen realizando descubrimientos del paisaje
sonoro del océano, algo aún muy desconocido.
Los hidrófonos, dispositivos
científicos de escucha submarina, han sido capaces de percibir a gran
profundidad el agua de lluvia golpeando la superficie, o de captar las roturas y
caída del hielo antártico a miles de kilómetros de distancia, en Australia.
También se comentó la capacidad
vocal de los cetáceos. Por un lado, tenemos las grandes ballenas barbadas,
capaces de comunicarse a muy largas distancias mediante la emisión de sonidos
graves de baja frecuencia, y por otro lado los delfines, orcas y belugas, que tienen
una gran habilidad vocal y emplean una especie de lenguaje, diferente para cada
especie o grupo social. Carlos destacó que incluso algunos animales tienen
nombres propios, formados por grupos específicos de sonidos que repiten y utilizan
para llamar a un determinado individuo.
Jana nos explicó cómo era capaz
de captar los sonidos del océano, llegando a percibir algunos que se producen
en lugares de difícil acceso para los humanos, como en el océano profundo, o en
la zona límite entre el hielo marino y el mar abierto. Con sus grabaciones
realiza las composiciones sonoras con las que es conocida por todo el mundo.
Sin embargo, todo esto ha
cambiado radicalmente, lentamente desde la Revolución Industrial, y mucho más
rápido en las últimas décadas, en las que los humanos hemos modificado
gravemente todo el medio ambiente sonoro. Por un lado, la abundancia de
animales productores de sonido se ha reducido mucho por su captura masiva, por
otro, el ruido antropogénico (procedente de las actividades humanas) ha
aumentado muchísimo, y, por último, el cambio climático ha alterado los aportes
sonoros de las fuentes geofísicas, como el hielo marino y las tormentas.
Para ilustrar esto, Jana nos relató
que era consciente de que, incluso en las zonas remotas, alejadas de la
actividad humana, los sonidos captados por sus equipos estaban “contaminados”
por sonidos procedentes de la actividad humana.
En las aguas marinas se captan
sonidos procedentes de barcos y de sus sónares. Se escucha “ruido blanco”,
sonidos monótonos y suaves procedentes de dispositivos vibratorios, de los
motores de los barcos o de instalaciones industriales “off shore”. Se perciben
sonidos de construcción en las costas, o procedentes de voladuras con
explosivos, o sonidos de gran intensidad procedentes de prospecciones sísmicas,
utilizadas para localizar yacimientos de gas y petróleo.
Es una “ensalada” de ruidos que indudablemente
afecta a las criaturas marinas. Enseguida me acordé de que hace años se habían
producido varamientos masivos de zifios, un tipo de cetáceo que bucea a grandes
profundidades, cuando se realizaron maniobras militares en Canarias. Los
científicos explicaron que, al parecer, la molestia auditiva provocada por los
sonares era tan grande para estos animales, que emergían a la superficie
descontroladamente, muchísimo más rápido de lo que lo hacían habitualmente, sufriendo
así enfermedad descompresiva, que los llevaba a la muerte.
Carlos nos calificó el ruido submarino
como un elemento muy estresante para los animales marinos, que debe
considerarse en las evaluaciones ambientales. Comparado con otros factores
estresantes para el medio ambiente, como el dióxido de carbono emitido a la
atmósfera o los contaminantes vertidos a las aguas de los océanos, sus fuentes
son reconocibles y sus efectos disminuyen rápidamente una vez que se interrumpe
su emisión. Por eso es posible reducirlo rápidamente. Nos puso de ejemplo el
periodo del confinamiento por el COVID, cuando una gran parte de los humanos
casi paralizamos nuestra actividad, durante el cual se apreciaron reducciones
del ruido marino muy grandes.
Las soluciones para la reducción
de la contaminación acústica marina parten de analizar muy bien sus fuentes.
Por eso, utilizando algunas tecnologías aún en desarrollo, como el uso de
motores eléctricos en embarcaciones cada vez más grandes, o de combustión con
aislamientos, o con un diseño de los álabes de las hélices que reduzca la
generación de burbujas en su rotación (cavitación), se podrían obtener avances,
y los resultados serían casi inmediatos. También se propone la reducción de la
velocidad de los barcos en determinadas zonas, dado que la generación de ruido crece
exponencialmente con ella.
Carlos nos puso un ejemplo de
medidas muy eficaces para resolver un problema de contaminación parecido. Tras
la tragedia del Prestige se impulsó la obligatoriedad del uso de doble casco en
las embarcaciones de transporte de crudo. Desde entonces los vertidos por
accidentes de estos barcos se han reducido drásticamente. Ello demuestra que a
veces es necesaria una tragedia para que las autoridades “se pongan las pilas”,
apliquen medidas y hagan cumplir las leyes.
La búsqueda de soluciones debe
comenzar por un mayor conocimiento del paisaje sonoro de los océanos, algo en
lo que aún se ha avanzado poco, y considerar el ruido marino como un tipo de
contaminación contra la que es preciso tomar medidas. Algunas autoridades
internacionales, como la Unión Europea, comienzan a dar pasos en ese sentido.
Por eso en España la “Ley de
protección del medio marino” (que traspone una Directiva europea), obliga a
realizar una evaluación de su estado ambiental, incluye el ruido submarino
entre los 11 descriptores de su estado e impone que deben aplicarse medidas de
mitigación.
Evidentemente, dado el estado de
contaminación (no solo sonora) de nuestras aguas costeras, aún estamos muy
lejos de que esta ley se cumpla, y aún sigue siendo, de momento, una
declaración de intenciones, como desgraciadamente ocurre con todas nuestras
leyes ambientales.
Internacionalmente también se están
realizando algunos avances, dado que en 2004 el ruido submarino y sus efectos
en la fauna marina fueron tratados por primera vez por la OMI (Organización
Marítima Internacional). Entonces ya se concluyó que el ruido constante de los
océanos venía fundamentalmente provocado por el transporte marítimo. El
problema surge de que, como los buques navegan habitualmente en aguas
internacionales, las medidas para gestionar ese ruido tienen que ser coordinadas
internacionalmente. De nada sirve que un estado imponga medidas en sus aguas
territoriales o a sus actividades nacionales si no se aborda el tema de forma
global.
Como aprendí de Carlos hace años,
el océano es un claro ejemplo en el que aplica la “tragedia de los comunes”, en
la que los individuos, en este caso las naciones, motivadas solo por su interés
personal o nacional, acaban sobreexplotando un recurso limitado que comparten
con otros (el océano).
Quizá la mejor manera de intentar
resolver un problema es que la sociedad sea consciente de que el problema
existe. En este caso, divulgar que las actividades humanas son una gran fuente
de ruido marino, es el primer paso adelante. Sin conciencia social de ello, los
gobiernos no aplicarán las leyes y no se pondrán de acuerdo entre naciones para
encontrar una solución.
Referencias:
Escuchando
los océanos I: Jana Winderen y Carlos Duarte Charla - 18 de abril de 2023 https://www.museothyssen.org/actividades/escuchando-oceanos-i-jana-winderen-carlos-duarte
C. M. Duarte
et al., Science 371, eaba4658 (2021). DOI: 10.1126/science.aba4658 https://www.researchgate.net/publication/349050132_The_soundscape_of_the_Anthropocene_ocean
Jana
Winderen - Composition from the Soundscape of the Anthropocene Ocean https://www.youtube.com/watch?v=f6Nbqwm48yM
Así alteramos con nuestros ruidos la
música del océano. Rosa M. Tristán https://elasombrario.publico.es/asi-alteramos-con-nuestros-ruidos-la-musica-de-los-oceanos/
Monitorizan el ruido submarino para
reducir el impacto medioambiental de la actividad pesquera https://cit.upc.edu/es/portfolio-item/silencio/
El proyecto LIFE PortSounds se ha
propuesto reducir el impacto del ruido submarino en el puerto de Cartagena https://www.cde.ual.es/el-proyecto-life-portsounds-se-ha-propuesto-reducir-el-impacto-del-ruido-submarino-en-el-puerto-de-cartagena/
(“El proyecto LIFE PortSounds se ha propuesto reducir el impacto del ...”)
OMI: El ruido procedente de los buques
https://www.imo.org/es/MediaCentre/HotTopics/Paginas/Noise.aspx
Miteco. Contaminación acústica marina.
https://www.miteco.gob.es/es/costas/temas/proteccion-medio-marino/actividades-humanas/contaminacion-acustica-marina/default.aspx
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