Texto: Mónica Alonso Ruiz
Este artículo se publicó en la revista Escápate num 17:
http://issuu.com/oceanides/docs/escapate-17-2015
Recientemente se han podido ver
documentales en algunas cadenas de televisión de dudosa reputación (en cuanto
al rigor y veracidad de sus contenidos), sobre un enorme tiburón prehistórico,
el “megalodón”, del cual se ”discute” si actualmente se pueden encontrar en
nuestros mares algunos ejemplares. Es cierto que los océanos son tan grandes
que permanecen en cierta medida inexplorados, pero la humanidad ya superó hace
años, o al menos quiero creer que lo hizo, la creencia en los grandes monstruos
marinos. Si los verdaderos científicos (no los que salen en esos documentales)
nos dicen que este animal se extinguió hace millones de años, pues no
deberíamos dedicar nuestra energía a buscarlo. Sin embargo me ha parecido
interesante indagar un poco en su origen y en su particular similitud con el
tiburón blanco.
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La reconstrucción de la mandíbula del Megalodón
en el
Museo Americano de Historia Natural de Nueva York. CC Spotty11222.
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Los tiburones constituyen un grupo taxonómico muy
evolucionado, y por ello el análisis de su historia evolutiva es apasionante.
Quizá sin la mención al “megalodón”, el mayor tiburón de todos los que han
habitado los océanos, este análisis no lo sería tanto, y el interés del público
por los tiburones prehistóricos se hubiera limitado a algunos “frikis” como yo.
Y es que parece que a los humanos nos gustan los monstruos, y es que el “megalodón”
es uno de ellos, de los más grandes. Para hacernos una idea, este enorme bicho tenía
el tamaño de un cachalote, y los dientes tan grandes como los del Tyranosaurus rex. Para todos, es lo que
hasta ahora conocíamos como el tiburón blanco gigante, el enorme ancestro del
tiburón blanco actual, y cuyo nombre hasta hace muy poco era Carcharodon megalodon.
Este tiburón extinto se considera que pertenece a la
familia extinta Otodontidae (también llamados megandentados), la cual
pertenece al orden de los Lamniformes, que actualmente incluye a los lámnidos
(el tiburón blanco, marrajo...), bastante parecidos a nuestro gigante en cuanto
a forma, y a otros muy diferentes, como el tiburón megaboca (un extraño comedor
de plancton del que se han visto muy pocos ejemplares en el mundo) o el tiburón
duende. Un orden con especies muy diferentes entre sí. Y es que la taxonomía de
los tiburones (la ciencia que los clasifica) a veces nos sorprende con sus
extrañas agrupaciones.
Esta especie se desarrolló desde hace unos 55 millones
de años y desapareció hace unos 5 millones de años. Puesto que se han
encontrado algunos de sus dientes a profundidades de 4000 m en el lecho marino
del Pacífico, algún investigador especula sobre que algunos especímenes
pudieran haber sobrevivido hasta tiempos “recientes”, hace unos 24000-11000
años, cuando el hombre ya habitaba el planeta. De esta especulación, a que
existan en la actualidad, pues hay un mundo.
Desafortunadamente, como en el caso del resto de
tiburones prehistóricos, no han quedado restos de este enorme animal, sino tan
solo unos pocos dientes, que se han encontrado prácticamente por todo el mundo.
Los dientes de tiburón son conocidos desde la antigüedad, y los griegos y
romanos, e incluso hasta el Renacimiento, y se pensaba, que eran restos de
rayos, dientes de dragones o lenguas de serpientes gigantes. Los hombres
prehistóricos los consideraban un regalo de los dioses y se empleaban como
puntas de flechas o herramientas cortantes. Si además el tamaño del trofeo
encontrado es enorme…pues ya se tiene el terreno abonado para los mitos y
leyendas más variados.
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Comparativa dientes de megalodón y dientes de
tiburón blanco. CC Parzi |
El estudio de los dientes ha permitido hacer hipótesis
sobre cuál es el tiburón que desciende del “megalodón”. Se han llegado incluso a
establecer diferentes especies de Carcharodon, e incluso diversos géneros: es
decir, que puede incluso que no hubiera solo un “megalodón”, sino que hubiera
toda una “estirpe” pululando por los mares prehistóricos. De ahí a hacer una
serie de televisión…pues dale ideas a estos canales sensacionalistas, y tenemos
“megalodón” para rato. Y hasta se puede conseguir que los niños hagan
colecciones de muñecos de plástico de las diferentes especies…con un poquito de
márketing se consigue todo.
Volviendo a la ciencia, la última teoría, actualmente
ya aceptada, a partir de un exhaustivo estudio de los dientes del Isurus hastalis, un marrajo fósil, muy
común en el Cenozoico (la Era Terciaria, hace 65 millones de años), indica que
el moderno tiburón blanco, Carcharodon carcharias, desciende de este marrajo en vez del “megalodón”,
y por ello, actualmente se ha establecido que el nombre correcto de nuestro
gigante es Carcharocles megalodon, siendo Carcharocles un
nombre más adecuado para su ubicación taxonómica. Mejor no intento explicar
nada del por qué de los nombres de las especies, ya que el tema da para varias
tesis doctorales.
Lo que es incuestionable, dejando aparte
las teorías de cuál es el tiburón actual sucesor del “megalodón”, es que el
tamaño de los dientes de este animal es impresionante. Un total de 15 cm de
diente hacía pensar en animales de más de 12 m de longitud, con una cola de
hasta 4 m de altura y una dorsal de más de 2 m. Estas dimensiones, actualmente
aceptadas universalmente, en el pasado fueron magnificadas, y en el Museo
Americano de Historia Natural de Nueva York, a principios del siglo XIX
reconstruyeron una mandíbula de “megalodón” de 2,74 m de ancho y 1,83 m de
alto. Aplicando relaciones matemáticas sobre el tamaño de la mandíbula obtenida
se concluyó en aquel momento que el animal podía llegar a tener hasta 30 m de
longitud. Posteriormente se revisaron estas magnitudes y se realizaron modelos
más pequeños, posiblemente más ajustados a la realidad, y desde 1985 el
Instituto Smithsonian expone un ejemplar un tercio más pequeño que el primer
modelo, de unos 20 m.
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El Mississipi Museum of Natural Science
presentó en una de sus exposiciones una comparativa de diversas
reconstrucciones de mandíbulas de megalodón. |
La razón por la cual este animal alcanzó tan enorme
talla es desconocida aunque hay varias teorías. Posiblemente sea la gran
perfección y adaptación al medio, además de la multiplicación y diversificación
de los mamíferos marinos en esa época, los cuales se cree que constituían una
gran fuente de alimento de este enorme tiburón.
Actualmente, y por consenso de todos los “sabios” del
tema, se dice que el “megalodon” no rebasaba los 15 m de largo, en parte por
comparación con las presas más grandes de las que se alimentaban, las cetotéreas, género
de ballenas extintas, que no alcanzaban los 12 m.
La otra pregunta es por qué desaparecieron.
Posiblemente les pasó lo mismo que el Tyranosaurius rex, que fue sustituido por depredadores más
ágiles, que capturaban sus presas con mayor facilidad. Hace 5 millones de años,
cuando el “megalodón” posiblemente dejó de existir, hubo un gran cambio
climático, un proceso de enfriamiento global, donde los casquetes polares
inician su crecimiento hasta los niveles que conocemos actualmente. Esto
conllevó un enfriamiento general del océano, y el cierre del itsmo de Panamá, lo
que provocó grandes modificaciones en la circulación oceánica. Algunas teorías
indican que dicho cierre propició que las poblaciones del Pacífico no pudieran
acceder a sus zonas de reproducción y crianza del Atlántico. Adicionalmente,
sus presas principales, las ballenas cetotéreas, que anteriormente no eran
migratorias, mejoraron su diseño para ser mejores nadadoras, lo cual les
permitió nadar grandes distancias, especialmente hacia las zonas frías donde
había más alimento. El “megalodón” se cree que era un tiburón de aguas más
cálidas, y no podía seguirlas.
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Comparativa de tamaño del megalodón con otras
especies. CC Matt Martyniuk |
Además, en esa época aparecieron los cachalotes y los
delfínidos como las orcas, que constituyeron una indudable competencia por el
alimento. El “megalodón” era un gigante superespecializado, no pudo seguir el
paso evolutivo de estas nuevas especies, y por ello desapareció.
Por el contrario, el tiburón blanco, que como ya hemos
visto no es el sucesor del extinto “megalodón”, y probablemente coexistió con
él y se adaptó mejor al cambio: coevolucionó con los pinnípedos (focas,
elefantes marinos, etc), que son presas de menor tamaño, y por lo tanto al ser
un animal más pequeño, pudo adaptarse mejor a la evolución de sus presas.
Apasionante como es la paleontología y la taxonomía, o
simplemente el interés por saber cómo eran los animales anteriores a los que
actualmente podemos ve en nuestros mares, pues no debemos dejarnos llevar por
la imaginación y pensar que actualmente podríamos encontrarnos un Parque
Jurásico oceánico desconocido. O sí….soñar es libre.
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