Hay un lugar en el mundo donde
delfines y pescadores artesanales viven en armonía. En el sur de Brasil, en las
afueras de la ciudad de Laguna, en la desembocadura del río Tubarao, junto a la
escollera que separa el canal de salida del complejo lagunar del río, en la
Barra del Lago de Santo Antonio, diariamente se produce uno de los episodios de
colaboración entre pescadores y delfines más singulares del mundo.
Vista aérea de la zona de la desembocadura del rio Tubarao, con el canal
que comunica la zona lagunar de la desembocadura, y el mar. Al norte, la ciudad
de Laguna, con sus grandes playas turísticas. Fuente: Google
La desembocadura del río Tubarao, con las dos barras que forman el Canal
da Barra. Fuente: Julio César Vicente
Es una zona donde la naturaleza
es generosa y proporciona pesca suficiente. Allí se produce algo insólito: los
delfines y los pescadores aúnan esfuerzos en sus capturas. Es un fenómeno de
cooperación entre cetáceos y humanos raro, que solo se puede encontrar en muy
pocos lugares del mundo. En la zona lagunar interior a la Barra se han
registrado hasta 25 puntos donde también se realizan actividades similares.
Los delfines mulares o nariz de
botella (Tursiups truncatus) pueden
encontrarse en todos los océanos en las zonas templadas y cálidas del planeta. Algunos
realizan grandes migraciones, pero otros se convierten en residentes de
determinadas zonas, a las que se adaptan, donde desarrollan hábitos y conductas
sorprendentes como la que describimos aquí, muy diferentes a las de sus
congéneres de otros lugares del planeta.
La pesca de la “tainha” con “atarraya”
Los pescadores locales usan un
arte de pesca llamado “atarraya”. Consiste situarse descalzo con el agua por la
cintura y lanzar una red fina que atrapa los peces sobre los que cae. Las redes
se llaman “tarrafas”, y son mallas circulares de nailon, con pequeños pesos en
su borde. Existe un cabo que une el centro de la red con la muñeca del
lanzador. El éxito del sistema depende de la habilidad de éste, y de que haya
suficientes peces en el lugar del lanzamiento.
Atarraya. Fuente: espesca.com
Lanzamiento de atarraya. Fuente: espesca.com
Un pescador lanza su red. Fotos: Julio César Vicente
Es un sistema tradicional y de
bajo impacto, que permite pequeñas capturas.
En esta zona lagunar hay poca profundidad, y los pescadores se colocan
alineados preparando sus redes. El agua es muy turbia, y no es fácil saber si
los peces están o no. Pero esto no es inconveniente: los delfines (llamados
“botos” en portugués), se acercan y literalmente “empujan” a los peces hacia la
hilera de pescadores.
Al amanecer, una vez colocados
los pescadores en línea, esperan juntos hasta que aparecen los delfines. Uno de
ellos se sumerge y se aleja, hace círculos rápidos y se dirige hacia los
pescadores, haciéndoles una señal. Ésta consiste en sacar la cabeza, el lomo y
la aleta dorsal, mientras se arquea rápidamente.
Fuente: Diario Catarinense
En ese momento ya se sabe que los
peces se han congregado y están delante de los pescadores. Ya pueden lanzar las
redes y capturar los peces. Las arrastran hacia la orilla y otra línea de
pescadores se coloca en posición, tirando sus redes cuando otro delfín les
avisa.
Esta colaboración se lleva
realizando desde mediados del siglo XIX, y han participado al menos tres generaciones,
tanto de humanos como de delfines.
Los pescadores son eficaces lanzadores de atarraya. Fuente: Ronaldo
Amboni
Los pescadores se colocan en línea para esperar a tirar sus redes.
Fuente: Senadonoticias. Autor: Gustavo Fernando Durán
El pescador se retira, con la captura de su red. Fuente: Ronaldo Ambón
Se pescan mújoles o lisas (Mugil cephalus), llamadas localmente “tainhas”.
Las mayores capturas se producen entre abril y junio, que es la época de
migración de esta especie. Esta forma colaborativa de pescar, junto a los
delfines, mejora mucho la eficiencia del sistema, dado que capturan más peces y
de mayor tamaño. Se estima que unas 100 familias locales viven de este sistema
de pesca.
Trabajo en equipo, beneficio mutuo
Es claro que los pescadores salen
muy beneficiados de esta colaboración, pero ¿qué obtienen los delfines a cambio?
Al parecer, con la confusión de las redes cayendo sobre el cardumen muchos
ejemplares intentan salirse del grupo, hacia donde están los delfines, que los
capturan sin esfuerzo.
Lo más llamativo es que no existe
comunicación entre delfines y pescadores, no se ponen de acuerdo, salvo por la
señal del delfín. Los pescadores no les llaman ni intentan tocarlos de ningún
modo, simplemente esperan a que lleguen, y lo hacen cada día.
Al parecer este tipo de trabajo
en equipo se transmite de padres a hijos entre los delfines de la zona, al
igual que ocurre entre los pescadores locales.
La red cae sobre los peces que han sido empujados por los delfines. Foto:
Julio César Vicente
Una curiosidad es que no todos
los delfines del grupo colaboran con los pescadores. Existen algunos ejemplares
que intentan robar los peces de las redes. Los pescadores les llaman “ruim”
(malos en portugués), para diferenciarlos de los que colaboran.
Tradicionalmente el grupo de
delfines que frecuenta la Barra del Lago de Santo Antonio es de unos 60
ejemplares, y una docena de ellos son los llamados “botos bons”, los que suelen
trabajar con los pescadores. Son siempre hijos de otros botos bons, que
aprenden su comportamiento de sus padres. Los pescadores suelen reconocerlos y
les ponen nombre.
En 2016 se dio a la ciudad de
Laguna el título de “Capital Nacional dos Botos Pescadores” para dar relevancia
turística a la actividad artesanal. La zona se declaró Santuario Ecológico dos
Botos y está protegida por diversas leyes locales.
Los botos de Laguna en peligro
La idílica situación que acabamos
de describir ha perdurado durante más de cien años, pero en las últimas décadas
se ha producido un grave de deterioro del sistema lagunar. Las causas son la
acumulación de residuos sólidos y líquidos procedentes de la ciudad de Laguna,
muy turística, así como el vertido de agrotóxicos y metales pesados
provenientes de la agricultura intensiva de la zona.
La zona es muy turística y la presencia de delfines es constante. Foto:
Julio César Vicente
Las actividades humanas, que cada
vez invaden más las aguas de este ecosistema, como el uso de motos de agua que
circulan a gran velocidad, o la presencia de redes clandestinas de pesca que
atraviesan por la noche el río Tubarao y el Canal da Barra, han provocado
muertes masivas de estos animales.
Los pescadores realizan su actividad mientras las motos de agua espantan
a los delfines. Fuente: Julio César Vicente
La población local, junto con los
pescadores sufren las consecuencias y temen que la degradación sea tan grande
que los delfines desaparezcan. Desde 2013 se están movilizando y ha ido realizando
diversas actividades para llamar la atención sobre los delfines y la zona
natural donde viven. Las autoridades han
tomado algunas medidas de control sobre las actividades de la zona, pero han
resultado poco eficaces.
La población local se ha movilizado para salvar a sus delfines. Fotos:
Julio César Vicente
Por ello, en 2020 los vecinos
vuelven a la carga, redoblando sus esfuerzos para salvar a los delfines.
Proponen la creación de la Guarda dos Botos, una policía especializada en la
defensa de los delfines y de la zona lagunar, el establecimiento de una
política de educación ambiental para la población del entorno, concienciando
especialmente en cuanto a no verter residuos, la inspección ambiental de las
actividades agrarias de la zona, un control eficaz y policía para evitar la
colocación de redes ilegales de pesca, así como la prohibición de las motos de
agua en la Laguna de Santo Antonio, en el Canal da Barra y alrededores.
En definitiva, quieren que las
leyes de protección de la zona y de los delfines se cumplan, y que se apliquen
medios suficientes para evitar que desaparezcan tanto los delfines como la
tradición de la zona.
Foto: Julio César Vicente
Tú también puedes ayudar a
delfines y pescadores a preservar su forma de vida:
La historia de Flipper, el último delfín cautivo en Brasil
Los delfines de Laguna son
famosos también por un suceso que tuvo lugar en las dos décadas finales del
siglo XX. En el año 1984 un grupo de empresarios de Sao Paulo contrataron a un
pescador de Laguna para que les consiguiera un delfín. Se capturó una cría y se
envió a Sao Paulo en la trasera de un camión.
Este delfín, que se le llamó
Flipper, fue entrenado y estuvo realizando exhibiciones durante 8 años,
confinado en una piscina. En 1991, por demanda judicial se prohibió el
espectáculo y Flipper fue abandonado en su tanque durante otros 3 años.
El 19 de enero de 1993, la WSPA
(Sociedad Mundial para la Protección de los Animales) consiguió devolverlo a su
lugar de origen, el Canal da Barra, en Laguna. Tras un proceso de readaptación
en un lugar provisional, que se llevó a cabo con la presencia de Ric O’Barry (1).
El 3 de marzo de 1993 fue liberado definitivamente. La noticia tuvo una
repercusión internacional.
El traslado de Flipper a casa. Fotos: Julio César Vicente
Flipper y Ric O’Barry en el helicóptero de vuelta a casa. Autor: Richard O'Barry
Se le vio repetidas veces en
solitario y con otros delfines, durante un largo tiempo. El último avistamiento
se produjo en diciembre de 1995, en Baia Antonina, en Paranagua, mucho más al
norte de Laguna.
(1)
Ric O’Barry fue el entrenador de los delfines
que originalmente actuaron en las películas de Flipper. Posteriormente se dio
cuenta de la atrocidad que es tener a este tipo de animales cautivos y fundó
Dolphin Porject, la organización que lucha contra la cautividad y realiza
actividades de recuperación y liberación de delfines cautivos.