Este artículo se publicó por Mónica Alonso en la Revista Escápate, en el número 12
Todos hemos experimentado cierto temor cuando nos hemos encontrado una morena bajo el agua. Su boca abierta y aspecto fiero han contribuido a que este animal esté rodeado de historias y leyendas. Aprendamos un poco de él.
Todos hemos experimentado cierto temor cuando nos hemos encontrado una morena bajo el agua. Su boca abierta y aspecto fiero han contribuido a que este animal esté rodeado de historias y leyendas. Aprendamos un poco de él.
Los peces de la familia de las
morenas (Muraenidae) tienen forma anguiliforme o de serpiente y presentan
características muy diferentes a las del resto de peces. La familia de los
muraenidos se compone de 15 géneros y más de 200 especies, alcanzando su mayor
diversidad en aguas templadas o tropicales. Como curiosidad, la morena más
grande de todas es la morena gigante (Gymnothorax
javanicus) que puede alcanzar los 3 m de longitud y los 30 kg de peso. Existen
algunas especies adaptadas para la vida en agua dulce.
Para ser peces, presentan
numerosas características muy diferentes a ellos. No tienen aletas pectorales
ni pélvicas, y la aleta dorsal ocupa toda su longitud. Tampoco tienen escamas,
y la mucosa que cubre su cuerpo (para compensar la ausencia de escamas y facilitar
el hidrodinamismo) es tóxica en muchas especies. Su cuerpo presenta una
musculatura fuerte y vértebras flexibles, lo que le permite una natación
ondulante, sin ayuda de unas
inexistentes aletas. Tienen unos ojos pequeños y una gran boca permanentemente
abierta para facilitar la entrada de agua y poder respirar. Las branquias de
estos peces se localizan en dos orificios circulares situados tras la boca, por
donde sale el agua que absorben durante el proceso continuo de apertura y
cierre de esta.
Dentro de la boca se localizan infinidad de dientes que utilizan para desgarrar a sus presas, las cuales localizan gracias a su buen olfato. En la parte superior de la boca presentan dos apéndices nasales tubulares, más o menos visibles según la especie, que contienen millones de células olfatorias.
Dentro de la boca se localizan infinidad de dientes que utilizan para desgarrar a sus presas, las cuales localizan gracias a su buen olfato. En la parte superior de la boca presentan dos apéndices nasales tubulares, más o menos visibles según la especie, que contienen millones de células olfatorias.
Son grandes depredadores nocturnos
que consumen cefalópodos y moluscos. Se ocultan en grietas entre las rocas
donde acechan a sus presas, y por tanto, no es frecuente verlas nadando fuera
de sus escondrijos. Tienen debilidad por los pulpos, a los cuales arrancan los
tentáculos desgarrándolos con su potente boca. Para ello, una vez que hacen
presa, se contorsionan hasta formar un nudo con su cuerpo, y con un retroceso
violento logran arrancar el tentáculo. En otros casos, tras atrapar el
tentáculo, giran rápidamente sobre el eje de su cuerpo, desgarrándolo y
separándolo del resto del animal.
Morena en su cueva, con parte de su cuerpo
fuera de la
misma. Puede observarse en la
imagen el orificio donde tiene las branquias,
detrás de la cabeza.
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Podemos estar tranquilos cuando buceamos con ellas, pues no son peces agresivos ni peligrosos, y generalmente solo atacan cuando se ven acosados. Al contrario que lo que dice la creencia popular, la mordedura de la morena no es venenosa, aunque dada la presencia de numerosas bacterias en su boca, tiende a infectarse. Por la disposición de sus dientes, porque no suele soltar a sus presas una vez que muerde, y por su tendencia a girar sobre sí misma para desgarrar, provocan heridas que suelen ser muy escandalosas y feas, y a menudo se requiere de sutura reconstructiva. Es más frecuente la mordida de las morenas cuando se las alimenta, dado que su deficiente visión no les permite diferenciar los dedos del buceador de la comida que se les ofrece. Por ello, no es aconsejable esta práctica, que tan frecuentemente vemos en nuestras inmersiones.
Una característica que ha suscitado el estudio muy reciente por parte de los científicos, es la disposición de sus mandíbulas, puesto que tienen un segundo par de ellas en el interior de la garganta, llenas de dientes inclinados hacia atrás, que les ayudan a deglutir los grandes trozos de las presas. La mayoría de los peces capturan sus presas utilizando la succión. El mecanismo es sencillo: cuando el alimento está muy cerca, abren rápidamente su boca y lo succionan. En este movimiento expanden la cavidad bucal (en algunos casos de manera muy llamativa), creando presión negativa y succionando el agua y la presa hacia su garganta. Pero este simple sistema tiene sus restricciones. Por un lado, el tamaño de la presa a engullir está muy limitado. Por otro lado, debe existir espacio necesario alrededor de la cabeza del pez para poder expandir sus mandíbulas. Estas dos limitaciones no permiten el uso de este sistema en animales como la morena, que se sitúa en espacios reducidos y se alimenta de presas grandes. Por ello, en lugar de succionar a sus presas, las morenas tienen fuertes mandíbulas orales llenas de de dientes afilados. Con el segundo par de mandíbulas (faríngeas), se facilita la deglución de los enormes trozos de presa.
Su forma de respirar y su
imponente presencia, unido a las leyendas populares les han creado una mala
reputación totalmente infundada. Según el cronista romano Plinio el Viejo, los
romanos más ricos y poderosos adornaban a las morenas que tenían por mascotas,
con lazos y joyas. Dice la leyenda que arrojaban esclavos a los estanques de
morenas, para divertirse cuando les mordían. Todas estas historias pueden ser
más o menos creíbles, pero lo que sí es cierto es que los romanos apreciaban
mucho la carne de morena, por la cual los aristócratas tenían debilidad, y las
cultivaban en viveros para servirlas en ocasiones especiales. Hay constancia
histórica de que en tiempos de Julio César se llegó a celebrar un enorme
banquete para 6000 personas cuyo menú estaba compuesto principalmente por
morenas.
UC Davis, Revista Nature
Radiografía de la cabeza de la morena,
donde se puede apreciar el segundo par de mandíbulas.
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La antigua expresión de “estar
condenado a las morenas” proviene de la costumbre de la Roma clásica de
alimentar a estos peces con los esclavos condenados a muerte, considerando que
el sabor de la carne de morena mejoraba mucho si se alimentaba de carne humana.
Parece ser que esta es una leyenda que crearon los padres de la Iglesia, en su
afán de denigrar las costumbres de la Roma pagana.
Se cuenta que el cónsul Lucio
Licinio tenía en su casa un inmenso vivero de morenas, y decidió cambiar su
apellido por el de Muraena. De este nombre viene el nombre científico de la
familia Muraenidae.
El consumo de este animal no está
exento también de cierta leyenda, aunque actualmente se sigue consumiendo la
carne de morena en algunas zonas de nuestro país y del mundo. En la antigua
Roma se hablaba ya de que su sangre cruda fuera venenosa, y es que, las morenas, como otros peces anguiliformes, pueden
tener proteínas tóxicas en su sangre, dependiendo de la especie y del individuo.
Dado que se trata de un depredador, el
consumo por parte de las morenas de animales neurotóxicos hace que en ocasiones
su carne presente estas sustancias
acumuladas. Por ello se ha creído en algunos periodos de la historia que su
carne era venenosa. Incluso alguna de las teorías sobre la muerte del rey
Enrique I de Inglaterra dicen que se debió a la ingesta de una morena (aunque
otras historias hablan de indigestión por ingesta de lampreas).
Para aquellos que tengáis la
curiosidad de probarla, se dice que la morena tiene una carne sabrosa y firme y
posiblemente la mejor forma de cocinarla es friéndola cortada en rodajas, de
forma que la piel quede crujiente y la carne jugosa.
En las Islas Canarias, donde el
consumo de la morena es habitual, la técnica artesanal de su pesca se acompaña
de lo que se denomina el “canto de la morena”, que es una especie de tonada que
cantaba el pescador para atraer al animal y dejarlo aletargado. Consiste en una
cancioncilla repetitiva acompañada por silbos, y tiene por finalidad captar la
atención de la morena y dejarla “adormecida”, que es cuando el pescador
aprovecha para matarla. La tradición del “canto de la morena” es muy antigua y
ya en el siglo XVI se hace explícita referencia a estos cantos en textos
escritos.
Fuera ya de historias y leyendas,
para los que queráis saber más de la biología de estos animales, indicaremos
que la reproducción de la morena es poco conocida, que suelen poner huevos de
aproximadamente 5 mm en la época estival. Los cuerpos de macho y hembra se
colocan muy juntos durante un par de horas, que es cuando la hembra (de tamaño
mayor al del macho) pone alrededor de 10000 huevos, que fertiliza el macho
según salen del cuerpo de la hembra. La larva, denominada “leptocéfala”, es
plana dorsolateralmente, de naturaleza pelágica y planctónica, y permanece en
este estado larvario durante largo tiempo (más de un año) antes de sufrir la
metamorfosis y convertirse en adulto joven. Dado el largo periodo de la fase
larvaria, durante la cual puede alcanzar hasta una longitud de 20 cm, se llegó
a creer que las larvas eran una especie de pez diferente. Solo tienen la
capacidad de reproducirse las morenas de varios años de edad, con un tamaño
considerable.
Aunque las morenas están en lo
alto de la cadena trófica, también tienen sus depredadores, que suelen ser
tiburones o barracudas. Su esperanza de vida es muy desconocida, pero se cree
que pueden llegar a vivir entre 10 y 30 años, dependiendo de las especies. Como
son territoriales y longevas, en algunos lugares de inmersión hay morenas
conocidas por los buceadores habituales, que les suelen poner nombre.
Como hemos podido ver en este
texto, se trata de unos animales fascinantes por la cantidad de curiosidades
que presentan. Ahora solo tenemos que bucear con ellos y verlos con otros ojos.
Morena mediterránea en las costas murcianas. Presenta una
hilera de dientes situada en la parte central del paladar.
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Esta morena (Muraena
helena) ha sido sorprendida “de caza” diurna. Las morenas se aventuran
fuera de sus cuevas durante el día, cuando la caza está asegurada.
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